10.11.13

Las pequeñas ventanas que no se cierran nunca.

Para M.

Hubo un tiempo cuando, a pesar del encierro y los fantasmas, la ventana estaba abierta y era aun la vida. Hasta que una noche apareció el vampiro. Isabel lo recordaba siempre. Primero le pareció una alucinación. Le preguntó si podía pasar. Ella respondió: “La ventana está abierta. Pase, por favor”. Y le dejó ver su escote.

La mordida fue triste y feliz, un recuerdo que la aterraba y la excitaba. Por dentro y por fuera, una quemadura la consumía.

Se lo contó a algunas de sus amistades, que entonces aun podían visitarla. No falta quien jura haber visto la herida. Dicen también que la noticia fue publicada en un diario del exterior. En el país no nos enteramos de nada pero el cardenal no tardó en enviar un exorcista. Este resultó ser un viejo conocido de Isabel: un enano, al que durante una confesión, en otros tiempos, le había notado una erección. Esta vez, luego de echarle un rito rico en latín y agua bendita, ordenó tapiar la ventana. “Por si vuelve el vampiro”, dijo.

Isabel no entendía: “Fui yo quien lo dejó entrar, no hay razón para cerrar la ventana”. Se sentía quebrada, muy débil, pero igual con rabia. Recordó a su abuela: “Desconfiad de los enanos”. Isabel estaba atada a la cama, pero eso no impidió que el enano perdiera la oreja izquierda.

(Este paréntesis precisa, señor cura, que no fue una perra quien lo mordió, como dijo en su parroquia. Fue la dignidad de una estirpe de mujeres con carácter, algo que usted jamás comprenderá).

Las noches de Isabel, que ya eran largas, tomaron entonces sus días. Días que se hicieron meses, y meses que se hicieron años. Calculamos que fueron entre cuatro y siete, los años de su larga noche.

Isabel nunca más durmió. Para defenderse de la locura, cantaba bajito una canción sobre la perdición y su ventana cerrada. Una letanía, o una técnica para revertir la desesperación. Ahogándose en ella, la aurora podía convertirse en una invasora de su nada. A veces, solo a veces, funcionaba. “Es lo que hay”, se decía.

Una vez apareció en la cornisa un alacrán. Isabel lo tomó con la mano izquierda y con la derecha le acercó una vela encendida. Le dijo: “Si me picas, te mato. Si no me picas, vivirás y seremos amigos”. Por supuesto no hubo respuesta. Se inclinó y lo puso en el suelo. Solo entonces el bicho giró y levantó su aguijón. Ella insistió: “Tú sabes, amigo, que soy inmune a tu veneno”. Luego dejó la vela en el suelo, tomó la biblia dejada por el cura, la levantó y la dejó caer. Soltó una carcajada y gritó: “Es mi naturaleza, soy un vampiro, qué esperabas”. Luego engulló los restos del alacrán, lamió la tapa y dijo: “Amén”. 

Todo esto le contó Isabel a M., el día que finalmente dejaron que la visite. M. pudo ver la ventana tapiada y la mancha escarlata, en forma de herradura, sobre la cruz en la tapa de la biblia. Una cruz vampira, pensó, y se asustó un poco. Isabel debió darse cuenta, pues dijo: “No temas, soy un vampiro sin futuro”. M. respondió: “Yo también, por eso temo”. Entonces le explicó que nunca permitirían la publicación de su historia. Y le pidió disculpas, porque ambas estaban ahora en peligro. Y le tomó la mano, que estaba helada.

Isabel echó sobre su nieta una mirada indulgente y resignada, y lúcida, como la que algún condenado podría echar a su verdugo. Y entonces cantó su canción, una canción que nunca nadie más oyó. Al terminar Isabel sonreía y M. lloraba. Esta vez fue la abuela quien le tomó la mano, y muy seria le preguntó si le gustaban las paradojas. Y le contó que Orson Welles, a propósito de la fábula de la rana y el escorpión, había explicado alguna vez que el carácter es mucho más que la naturaleza de uno: “En definitiva, el carácter es la forma cómo uno ha decidido morir. Y entonces uno solo puede juzgar a la gente por su actitud hacia la muerte”.

Antes de que M. le pudiera mostrar su tatuaje, se abrió la puerta y ya no pudieron hablar.

Al llegar a casa M. me lo contó todo y luego estuvo callada un buen rato. Al fin dijo, y sus palabras nunca han dejado de resonar en mi cabeza: “La rana y el alacrán son patéticos. No me merecen ninguna simpatía”. Luego nos acostamos, y todo fue un sueño. Antes de dormir le dije: “Sabes que te necesito”. Me respondió: “Deja de joder, tú no necesitas a nadie”. Dolió, por supuesto, pero no tuve problemas para dormir.

Por la mañana, M. salió a dar su clase pero nunca llegó. Cuando llamaron a preguntar por ella, en la radio anunciaban la muerte de Isabel. Comprendí que no la volveré a ver.






23.7.12

El dinosaurio



Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí. Al acostarse no le pareció tan grande. Tampoco se dio cuenta que era rosado. Y definitivamente no pensó que estaría ahí, al despertar. Ni él ni el dinosaurio. Ni ella, tampoco ella. Vio la trompa sudada, oyó su resoplido. Se dio vuelta, se tapó la oreja con la almohada, volvió a dormir.

Cuando volvió a despertar, el dinosaurio se balanceaba. Ella no estaba. Estiró la mano, sacó un lápiz de su chaqueta y escribió en la pared: “El control y la calma no tienen mérito. Es al revés, son capaces de desactivar las virtudes. Éstas requieren de colores intensos, ideas, música y paisajes, todo a la vez. Asimilar es mala palabra. Las vacaciones son una mierda”.

Cuando terminó se dio cuenta de que el elefante estaba ahí, inmenso, tapándole la salida. No sintió miedo. La llamó. No hubo respuesta. Busco un cigarrillo, sin suerte. Se imaginó al dinosaurio metiéndose en la cama. Pudo sentir al mundo tirando para abajo. Se sintió muy mal, débil. Mató una araña con el zapato. El resoplar del dinosaurio se oía cada vez más pesado.

Se vistió. Al terminar, le dijo:

-      - ¿Barney, no deberías tú estar extinto?

Cuando por fin gritó, le pareció que el dinosaurio no era sordo. Hubo algo en su balanceo, una afectación en el ritmo, un brillo rojo en un ojo. Pero hacía como si no estuviera. Tomó el teléfono. A la tercera timbrada, ella contestó:

-       - Has dejado al dinosaurio acá, ¿qué se supone que haga?
-       - Qué sé yo, no debiera estar ahí.
-       - Putamadre.
-       - A lo mejor te quiere decir algo.
-       - Ja.
-       - ¿Viste mi mensaje?
-       - No.
-       - Te llamo más tarde, un beso.
-       - Vale, beso.

Entonces vio el papel bajo el reloj. Leyó:

A veces eso es un amigo: un dinosaurio que atraviesa un pantano al que no podemos asir ni llamar ni advertirle nada. Son raros los amigos: desaparecen. Son muy raros: a veces, al cabo de muchos años, vuelven a aparecer, y aunque la mayoría ya no tiene nada que decir, algunos sí que tienen algo que decir y lo dicen.

Volvió a ver al dinosaurio, maldijo a Monterroso, a Charly, a Bolaño. Y a ella, pero sonreía.

10.7.11

Mariposas y dinosaurios

La gente desaparece, como los dinosaurios. No como el del cuento, que todavía está ahí al despertar (yo también lo imagino aterrador). Como restos que se petrifican o se difuminan. En la tierra, en el mar, en el aire. Restos perdiendo entidad. 

Murakami, en japonés:
Something inside me had dropped away, and nothing came in to fill the empty cavern. There was an abnormal lightness to my body, and sounds had a hollow echo to them.
La desolación, bendita sea: A diario alguien se pierde para alguien. Morimos para todos.

Algunos gustan decir que el sentido de esto es la trascendencia. Gente que se esfuerza. Responder que es vana la pretensión de aferrarse a la vida o al mundo: es de mediocres, tal vez de cínicos. Dicen permanecer, con frecuencia sin ilusión, los morituri que aún confían en la calidad de los intérpretes.

Piensan en hijos, tal vez en nietos; en objetos e ideas. Gente que vive en otra parte, pensando así. Hacen bien, o no los juzgo. Pero guardo nostalgia de cuando nos limitábamos a saludar al César, con reverencia, antes de ser echados a las fieras.

La tradición es la actualidad reiterada de los objetos en la arena: Así luchar, así morir, para siempre.

Si recuerdas el nombre de dos gladiadores es bastante. Las leyendas son producidas por terceros, cuyos nombres también se olvidan. Esto es sabido.

Pero hoy la adulación es norma. Es raro sentir pena por esto. Todos queriendo ser, todos queriendo ser dinosaurio. Pocas y pobres mariposas.

Ecos (de gritos antiguos):
Uno: La tradición es una marea.
Dos: La trayectoria de una bala es la de una mariposa en viaje hacia el caos.
Y tres: Deja mis fósiles en paz.

Se ruega a los dolientes ser discretos, desaparecer con dignidad.

13.6.11

Let-the-right-one-in

He hecho un esfuerzo. He hecho mi tarea, he revisado mis apuntes. He vuelto a poner algunas de las canciones (mediocres) que nos gustaba escuchar. Sobre todo, en el espejo he observado siete diferencias, y una actitud o dos.

Este es el sueño de esa noche, la del día que consiguió volver a doler:
La buscaba en una casa iluminada. Apareció desnuda para decir: "No tengas rabia, ya te envié un mensaje con flores". Y quería abrazarme (pero no a mí). Al sentir su piel renuncié al sueño (el apunte dice que quise despertar). Ya en la vigilia, media erección confirmó que ha perdido sus poderes.

Me has robado y no volverás a entrar a mi casa.

8.5.11

El siguiente paso

También aquí.

E.S.

Sabato es muy importante acá.
Es quien dice que escribes sólo cuando es necesario.
Es quien recuerda que es el fondo antes que la forma (estúpido). Y es también prueba de que sólo las formas salvan al mundo. Porque como él, todos vamos a morir.
Al final es Borges, y Borges es Sabato. No seamos injustos. (Nota: Releer esos diálogos).
Porque Sabato conserva la fe en la incomprensión. Es quien anunció que un día alguien comprende. Y tuvo razón.
Sabato es quien no tiene problemas para separar el bien del mal y esperar lo peor.
Y por si fuera poco es padre de Alejandra, el maldito arquetipo.
Me hubiera gustado estrecharle la mano. Deja los libros, y pinturas también.

14.4.11

Confesión

Estaba enferma: el frío, la gente, la presión, la gripe. Sobretodo, la encorvaba un recuerdo que era más como una presencia. Latente por supuesto, pero ahí estaba, en el vacío y la parálisis. "Es lo que no está a nuestro alcance pero podría estar lo que nos produce ilusión. Tengo que curarme, o cambiar de ilusión", pensaba mientras miraba la luna.

Vanidosa, también pensaba en la belleza de su imagen al pie del acantilado, a la luz del cuarto menguante más grande de su vida. Se respingaba con frecuencia y casi no se notaba su joroba. Perspicaz, tomaba nota de todas estas cosas, pero no le alcanzaban para resolver su malestar. Se lamentaba de haber perdido la única intimidad en la que se permitía quejarse.

Así pasaban sus días.

Yo la observaba desde la punta del cerro y la inventaba en mi cabeza. Supongo que la estampa estimuló algún saldo de romanticismo. La imaginé talentosa y apasionada. Insatisfecha y melancólica. De pronto también niña y saltarina. De lealtades y traiciones, como todos pero más. La reconocí, otra como yo esperando la lluvia sin paraguas. Y así varias cosas más. Me gustaron los contrastes. Por un instante llegué a creer que nuestras vidas podrían ser mejores. Digamos, como una paleta con más colores.

Luego de algunos minutos se arropó con una manta o un chal, dio media vuelta y miró en mi dirección. Como si de una señal se tratase, fue entonces que apunté. Si me vio no hizo un gesto. Fue perfecto. Estoy seguro que dejó de sufrir sin darse cuenta. Nunca me lo agradecerá.

Confieso que ahora la extraño. Pero es mejor así, para ambos.

3.4.11

PS

La vanidad, claro
Nunca realmente alguien
Sólo un espejo
Para verse mejor


3.3.11

Canción del extraño


Todos los hombres en tu vida
Dijeron haber dejado el juego
Pero sólo en tu bohío

Conozco el tipo de hombre
Es difícil sostener la mano
Alzada al cielo en rendición

Cuando recogiste las cartas que dejó
Supiste que la nada es algo triste

Como tantos, él esperaba la carta
La más alta y salvaje
Para no volver a jugar más
Como José, iba buscando un pesebre

Asomado a tu ventana
Dijo que su voluntad
Se perdió por tu amor

Y luego, consultando 
Su viejo horario de trenes:
Te dije al llegar que era un extraño

Viene ahora otro extraño
Quiere que ignores sus sueños
Como si fuesen la carga de otro

A este lo conoces
Era el de las cartas de oro
Todas oxidadas ahora

Quiere dejar el juego, pide asilo

Y odias ver a otro hombre cansado
Tirar sus cartas
Renunciar al sagrado póker

Mientras te cuenta sus planes
Ves una carretera
Serpentea como humo sobre sus hombros

Te sientes un poco más vieja

Le dices que entre y se siente
Luego algo te hace girar
Está abierta la puerta de la calle

No puedes cerrarla
Ves el camino, no temas
Eres tú, mi amor, tú la extraña -

He esperado seguro
De verte en los trenes que aguardamos
Es tiempo de subir a otro 

Créeme que nunca tuve un plan secreto
Que me guíe en este asunto
En ninguno, es la verdad 

Cuando habla así no sabes lo que busca
Cuando habla así no sabes lo que quiere

Encontrémonos mañana
en la orilla bajo el puente
que construyen sobre un río infinito

Deja el andén, se acomoda en el vagón
Comprendes que es su nuevo refugio
Comprendes que nunca fue un extraño

Y dices:
Sí, bajo el puente, donde sea


18.2.11

No compro

Estas ganas de generalizar son como poner una lápida sobre carne que ya se pudre.

(Resaca de la memoria). El (mal) gusto del coleccionista es el de un cadáver exquisito. Si la belleza es lo único que merece ser tomado en serio, en serio tienes un problema.

No hay amor en un acto de comercio.
No hay valor.
No hay belleza.
No hay nada.
No.

Ahora sí, rasca todo lo que quieras. Yo voy por café.


8.2.11

Cebolla

una cebolla
sin sus capas no es nada
más que lágrimas

6.2.11

Cobarde

Si es cierto que es posible dominar el eslalon, los cuerpos y el espacio. Si es cierto que los espíritus de la montaña se liberan de noche para producir calor. Si es cierto que el vértigo no es más que un entrañable anticipo de la caída.

Con todos tus colores, qué esperas para volver a romperte el alma.

7.1.11

ST

Ir acumulando el polvo que trae la muerte es una forma. Entonces no somos mucho más que una ploma ambición por el polvo; el miedo, el trabajo y las horas. Algo así como una calma chicha salpicada de deseos y, en el fondo, de odio.

(Como un imán, cuéntame del lado solitario).

Otra forma - yo no me río de la muerte - es la del amor. Si se tiene la suerte. Suele no durar el valor que se requiere para abrazarlo con fuerza, pues es cierto que lastima. Pero el sueño se hace uno solo, y los antiguos decían que es toda nuestra pretensión de libertad la que se debe sublimar con él. Eso o estamos perdiendo el tiempo.

Hoy desperté queriendo trascender los cuentos de hadas, de putas y de espadas.

18.12.10

Las horas

El encierro es un cuarto hecho con rumas de periódicos. Las noticias en ellos son quejas arrugadas que acumulan años y polvo. La víctima de sí se cuida de no jalar mucho ninguna; por no revivir errores, por no tirarse el mundo encima, otra vez; por no recordar que olvidar es mejor.

Trata de no pensar en promesas o buenas nuevas. Como aquellas que en el pasado esbozaron poder ayudarle a desechar, o al menos a reciclar el tiempo muerto. Resultaron vanas al fin, sin un destino. Comprende que son y no son parte de su realidad. Entonces se mira el ombligo.

Las palabras fuego y redención resuenan a veces con deseo, creando vértigo desde un abismo interior. Pero su agresividad no alcanza para tanto. No quiere escapar, sólo arrimar los periódicos; un poco de aire. Se siente débil e inútil, pero vive. Y nunca realmente ha requerido ayuda.

10.12.10

Buenas noticias

No es difícil enterrar un muerto en sus propias palabras.
La paz es superior al amor; nosotros hacemos la guerra.
El poder es la droga que más tontos nos pone.
Tu odio colabora con mi oído; nunca escuché nada así.
Apuras el maquillaje antes que el espejo termine de quebrarse.
Si quieres puedes quejarte, pero el olvido parece más absorbente.

9.11.10

Palabras necias

El primero en decir que guerra avisada no mata gente: Fui yo, el espejo.
Insensato es dejarse atraer por el ensimismamiento de la propia muerte. 
Casi cualquiera haría el mismo daño: el drama me lo monto solo.
Pues te enamoras de una idea, otra vez
Lo peor es que la reflexión no te hace menos vulnerable.
Lo peor es que lo razonable es correr al primer aviso. ¿Es esto lo que duele?
Lo peor es no poder odiar. Ni descartar que la posibilidad de lo opuesto existe. O la posibilidad de no haber comprendido nada. 
Y más: corres luego, cuando una raíz asoma. Es la historia de una vida escogida.
Aunque la rabia y la melancolía confundan los días.
En algo nos parecemos: somos cobardemente horribles. 
Y cómo escribir un poema que sea la patria de uno. 

4.10.10

Espejos

Te miras en el espejo. Me gustas. O tal vez no. Tal vez ni siquiera me reconoces. Te apoyas contra el muro y buscas en tus ojos, en mis años. Buscas el contenido de mis formas, una imagen que te integre.

Estás solo y te sorprende mi seriedad.

Te viene a la mente una serie de autorretratos pintados sobre espejos convexos. Me interesan los contrastes. Aparece la autora, dibujada apenas, con gesto serio; de rodillas, pintando la acción de pintarse, siendo la que quiere ser. 

La sutil firmeza del trazo te confirma que por ahí pasó.

Pero me falta la otra imagen, la del espejo, la de la persona que murió en esa acción. Se te ocurre que el juego podría llamarse “Aquí no hay realidad”.

Pero no. La serie se llama “El espejo frente a la realidad que está en pie detrás de mí”. Y la firme sutileza del dibujo tiene la virtud de transparentar esa realidad. Pues si te paras al frente, lo que veo es mi reflejo, deformado por el ángulo convexo. Apareces de pie detrás del autorretrato, y me veo a través de él. 

En ese juego te llamas realidad.

Pero lo que sientes es irrealidad. O la paradoja del tiempo en el espejo: la realidad es cambiante, la pintura hace permanente lo efímero, y la pintora deja ver a través suyo mi imagen distorsionada; pero lo efímero no está ahí, y el cambio es permanente, y tú lo representas, parado ahí, sólo que en esa imagen yo tampoco soy yo. 

Y los espejos son redondos: con angustia ves pasar una ventana de oportunidad. 

Recuerdas una lección aprendida, sobre la insensatez de confundir el juego del espejo con metáforas románticas. El espejo o la fatal pretensión de negar a alguien; sea para imponer tu propia imagen, sea para someterme a alguien más. Negación del propio romanticismo.

No es eso lo que quieres. 

Si acaso, buscas la realidad que está detrás del trazo. La realidad de la ficción – la realidad del arte – la realidad de la tragedia. 

Una voz te dice que no dependes de nadie para reconocerme en el espejo. Reconoces entonces mi reflejo. La imagen que ves es la de tu propia muerte, en vivo y en directo. Y ahora te gustas, y eres capaz de compartir.

El espejo se diluye. 

3.10.10

Lima

El gris refleja bien la ciudad
Aferrarse al humo
Condescender al aturdimiento

22.9.10

Diario japonés

Lunes
Muestra tu espejo
La imagen que más celas
La irrealidad

Martes
Quizás el premio
El que piensas querer
Nunca existió

Miércoles
El bien no tarda
En atraer al mal
Y tú no aprendes

Jueves
Por un momento
Levantas testa y todo
Parece horrible

Viernes
Esta es la historia
La libertad aburre
Y el cuerpo arde

Sábado
Ves lo insondable
En el vértigo empuñas
Raíces muertas

Domingo
Con este cielo
Imposible saber
Si va a llover

5.9.10

ST

Hay momentos en los que debo hablar
Pero no puedo
El escrutinio se siente implacable

Transparencia es el estado del arte
Pero no sé
Suelen ser oscuras las ilusiones

Hay momentos en que debo callar
Incontinente
Encontrar la forma del abrazo

7.8.10

Foto

La sala mostraba un gusto cultivado en tradiciones victorianas y viajes. Sonaba a mar y olía a tierra. El té y la porcelana eran chinos. La luz de las ventanas quizás también. Los cuadros eran oscuros y las alfombras gruesas. El fuego distraía sin sofocar. Y en medio estaba ella, vespertina. Iba y venía con gracia, sin reparos ni zapatos, girando con los brazos abiertos. Espontánea decadencia jugando a seducir.   

3.8.10

Confianza

Pasos como brincos
En el desierto y el borde
La tierra fuera y dentro
El agua olvidada al sol
Millones de fósiles marinos
La sed aumenta


Controla el pánico
Disfruta otra vez
La noche estrellada


***

Lastimé y fui lastimado
Luego me colgué de las circunstancias 
Y puse todo entre paréntesis
Pronto los divertimentos se volvieron
aburrimientos

Una aparición hace que de un golpe de insomnio me entere
que el deseo y la necesidad no son homólogos

No se está uno bien entre paréntesis 

10.3.10

Elogio del sopapo

Se me ocurre preguntarme si yo estoy conmigo. Puede que no sea tan absurda la pregunta. Porque estando solo y estando acompañado se suele desear el cambio de esos estados. Parte de uno se traslada a otro lugar y tiempo, e incluso a otro mundo. Precisamente, la parte más dispuesta a encontrarle el lado amable a las cosas. De ahí los aburrimientos, las frustraciones, las escisiones y las rupturas. Administrar estos pequeños inconvenientes tal vez sea cuestión de estar atentos a un estado que puede pasar por distracción, pero que bien visto se me hace más cercano a la arrogancia. Arrogancia que es en sí abandono de uno y soledad.

Es usual en estos casos de aparente crisis el recurso a una retórica de justos medios y balances. Pero yo no me considero un desequilibrado. Una pena pues, aunque de papel, el lugar común podría servir de refugio durante las horas del mal, siquiera un rato. Se me hace entonces más efectivo un buen sopapo, el remedio que los antiguos copiaron de la vida misma. La pena es que, malditas pedagogías esotéricas, la medicina convencional me fue negada de pequeño, y mi organismo se resiste a asimilar sus propiedades. Pero insisto en automedicarme, y hasta me animo a experimentar con nuevas fórmulas.

PD. Me han hecho ver, de un sopapo, que para que el sopapo sea efectivo debe venir por sorpresa. Con razón pues.

26.1.10

Sobrevuelo

Disfruto el cerrar los ojos cuando despega el avión. Me concentro en sentirlo como una extensión de mi cuerpo. Con suerte me quedo dormido con esa sensación. Es una variante de mi sueño favorito, en el que sin necesidad del avión me elevo y planeo.
De vez en cuando tengo ese sueño. De alguna manera que los expertos podrán explicar, en ciertos estados de somnolencia, semiconciente, me he observado induciéndolo. A veces resulta, a veces no. A veces mi vuelo no se sostiene. Pero siempre es estimulante, elevarse siquiera unos metros y sentir que es posible.
En el sueño, la capacidad de volar se me hace lo más natural del mundo. Como si de pronto recuperara un misterio que en la vigilia se mantiene desconocido por alguna razón olvidada que no volverá a existir jamás. Un misterio que no tiene que ver con ningún artificio: sucede simplemente que la realidad del vuelo se impone por un acto de conciencia.
Incluso estando despierto, a veces me imagino despegando, digamos para cruzar una pista cuando no cambia la luz del semáforo, o para tener una mejor perspectiva sobre la superficie por la que me desplazo. Pienso que por las puras ganas de disfrutar la levedad.


5.1.10

El año nuevo

El año que pasó no ha pasado para mí. Es un año lento, como el anterior; de ciclo irregular y arbitrario, pero objetivo. Comenzó con flores y planes, tal vez en octubre o noviembre, he perdido la cuenta.
La novedad, hace unos 370 días, fue celebrarlo en su noche con champagne y fuegos artificiales. También recuerdo haber hecho una llamada de madrugada. Y en la mañana la primera acción, premonitoria, fue comprar el desayuno en una farmacia de turno.
El año viejo trajo ataques de pánico, cambios, control e insomnio. Y hasta tres inviernos. Si hubo amagos de calor, una parte de mí quedó congelada en el sur. Luego me mudé más al norte. El otoño fue una primavera magnífica y fugaz.
El año pareció terminar y comenzar de nuevo, varias veces. Tal vez, a pesar del blindaje anti fiestas, este sea uno de esos momentos.
Pero hoy es claro que el año que vendrá aún no empieza. Pienso que también será feliz, como dicen las tarjetas postales y los abrazos. Por lo pronto es seguro que traerá retornos, y que se jugará el mundial de fútbol.

21.11.09

Se busca intérprete

Los juegos usuales son de villanos. El vino conecta las dos orillas, sin playas soleadas ni flotadores.
Bailar al ritmo del viento y la lluvia, amar el frío y las calles vacías: Es como merecer pronto un manazo.
Voy curando heridas con el humo. Una imagen aparece y habla en lenguas: Aún piensa que el tiempo no es distancia.
Veo espejismos y busco salidas. Sin mirar atrás me arranco un botón. Si sonrío, es efecto del jarabe.
Entonces me busco aquí, abrumado, entre palabras que no quiero usar, por si la oscuridad aclara algo.

16.11.09

Señales de humo (espejismos)

Hay una imagen en el espejo que hoy se me hace vieja, y no estoy seguro que sea mi reflejo. Es como las nubes que todavía trato de arañar: una visión de otro tiempo.
Entonces escribo en un papel algo sobre camisas ajenas que se me siguen deshilachando por la espalda: cómo no darme por aludido.
Y francamente no sé de qué estoy hablando. Se me ocurre que de reacciones e ilusiones, o de las ficciones que tanto nos gustan.
Debe ser que desde esta isla también quiero dar señales de vida:
La noticia más importante es que llevo el pelo largo. Me propongo dejarlo crecer más, tomarme una foto y al reverso en tinta china fechar un "Fui feliz en este pueblo".
Seguro antes de eso alguien a mano me cortará estas mechas. O seré yo.
El hecho es que hace unos días soñé con espejos vivos como ventanas, reflejando recuerdos enterrados. Bailaban en ellos nuestros fantasmas y las realidades que imaginamos.
Pero las esperanzas no son lo que uno cree sino todo lo contrario: un sueño es, sobre todo, la negación de un hecho.
No quiero repetirme, sólo provocar. Pienso que en el humo se podrá reconocer un patrón.

5.9.09

Supernova

De ser cierto que no fuese yo el centro
de este universo, que es lo que indica
la recurrencia en el avistamiento
de dudosos satélites sin vida

Debiera tal vez observar mi cuerpo,
precisar el peso que en él gravita,
revisar masa, eje y movimiento,
la distancia y el tiempo que orbita

Entonces es probable que me encuentre,
entre mi centrífuga y su atómica,
perdido en alguna ajena galaxia

Al girar tendría luego presente,
de la ley de asimetría cósmica,
que toda supernova es solitaria

8.8.09

E-bow the letter

Me voy a mudar, me voy otro país. Me gusta viajar ligero, así que compré un iPod. Hace días que estoy guardando en él toda mi música, para poder dejar los CD's en un depósito y probablemente olvidarlos.
El ejercicio me ha permitido recuperar música olvidada. O, como cuando se relee un libro, ganarlas de nuevo. Eventualmente encontrar sentidos y valores distintos que, a fin de cuentas, son reflejo de uno y sus transformaciones. Luego es posible también identificar permanencias y reinterpretar. Estoy muy entretenido.
Por ejemplo, me encontré con la siguiente canción, que en su momento fue una favorita y que hoy, luego de años sin oirla, lo vuelve a ser. He descubierto esta excelente versión en vivo, además:

Es una carta hecha canción. Una carta que Michael Stipe escribió para River Phoenix. Alusiva a la fama, al miedo y a los excesos, el combo que acabó con su vida. Una carta de amor y de apoyo, propia de un tipo con la sensibilidad de Stipe frente al joven descarriado.
En esa línea, no es casual que Patti Smith, una que entonces sufría la muerte de su esposo, haya sido la elegida para hacer el coro. Cierra un círculo desde su experiencia, para la canción y para sus propios demonios. Y lo hace a punta de performance. El resultado, desde mi punto de vista, es purito arte.
En mis años universitarios, de muchos miedos y algunos excesos (y ninguna fama), el coro de mi tía Patti daba algo así como esperanzas (vanas, ya sé) en que alguien con esa capacidad de comprensión fuera a venir a sacarme de mis angustias. Salvando las distancias, mi perspectiva era la de un Phoenix en potencia, a su edad. Hasta su atractivo le encontraba al rollo.
Desde entonces me han pasado algunas cosas, quiero creer. Un poco como Smith en los 70's, no me dejé consumir por las emociones o por los excesos. Me di cuenta que no soy una causa perdida, o algo así. Y ahora estoy dispuesto a compartir esa experiencia, a cerrar el círculo asumiendo, digamos, el papel de Stipe. Parafraseándolo: who'd have thought tomorrow could be so strange.
Pasa a la selección de preferidas del iPod. Lo justo.
PS. Sobre la filosofía de viajar ligero: This column will change your life.

5.8.09

Querido Julito,


He estado pensándomelo un buen rato y debo decir que, de todos mis amigos y conocidos, el más feliz de todos has sido tú. De lejos. Algo notable, considerando que además no eras ningún tonto.
Han pasado ya tres años de esa noche inolvidable en que París era una fiesta, como yo nunca antes o después la vi. Francia le había ganado a Brasil en un gran partido del mundial, y pasamos horas caminando, bebiendo, fumando y conversando, yo sin zapatos y tú sin reparos. Fue la noche que me contaste quién eras en realidad y lo contento que estabas de ser quien eras.

Y yo, que me considero un tipo sin mayor cosa que reclamarle a la vida y sin envidias, pude admirar tu espíritu como un don de elegido. Otra cosa, un valor increible. Fue bueno verte y poder ser parte, en ese momento, de ese estado de tu alegría.
En este tiempo varias veces he intentado escirbir sobre ti. Lo siento como una deuda. No tengo excusas por el tiempo pasado, salvo algo como una disposición a no precipitar las emociones, y el saber que nunca tuviste prisa por cobrarle a un amigo. Pero hoy volví a recordarte y sentí la necesidad. Que son casi tres años de tu partida y sigues estando presente.

Algo me pesa también no haber estado en tu entierro, ni haber visitado a tus padres. Supongo que tengo algunas razones para eso, pero no me voy a excusar. Supongo que soy algo ingrato. Supongo que preferí llorarte solo, en momentos diferidos e inesperados. En el fondo siento que no puede ser eso, una despedida, cuando más bien tenemos pendiente otro encuentro para seguir conversando sobre lo buena que es la vida.

No podías saber que te irías tan pronto, pero de un modo que ya entonces se me hacía excepcional, sabías que hay que vivir con esa integridad y generosidad. Así vivías y así te fuiste. No puedo dejar de apreciar y agradecer esa gran lección, que es muchísimo. Pero cómo me faltas, amigo.
PD. Creo que hay gente que puede no estar pero, para bien o para mal, mantiene una presencia. No por misticismo o mistificacion, sino por lo que va dejando a su paso. En esos últimos días tú simplemente brillabas. Estabas enamorado, te sentías absolutamente libre y habías pasado un tiempo estupendo en Francia. Los que tuvimos la suerte de estar a tu alrededor entonces podíamos percibir con claridad toda esa energía. Es curioso, pero siento como si algo de eso se hubiera quedado impregnado en nosotros para siempre: tu estela.

24.7.09

AM

La diversidad es un hecho unitario y multifacético, que requiere administración de las diferencias.

Trascender pues la vocación de drama y la pretensión de comedia, conocidas divagaciones de uno. Tal vez incomprendidas, a pesar de sus antiguas tradiciones, vistas las distancias del caso.

Luego, respiro profundo y puedo todavía sentir el perfume de mi mareo y el sonido de la lluvia. Y el gusto, extensivo a la piel, que también puede ver.

El calor es ahora menor y la calma mayor. Vuelven los momentos de placer y de encuentro. Se aprecian sus imperfecciones con otros sentidos, se disipa el sueño y se dejan de lado las maldiciones.

El misterio y la ambigüedad se subliman en el recuerdo y la promesa de repetición. La riqueza de las circunstancias, entonces y ahora, permanece en la frescura del cielo de una primera madrugada.

Se siente bien este amanecer, aunque solo fuere eso.

23.7.09

PM

Venía controlando la situación. Pero hoy al despertar – varias veces, durante la noche y la madrugada – la cosa ha estado clara. Como pocas veces quise estar acá y ahora; y simplemente no me hallé, pues no me hallaba.

Eso entonces y esto ahora. He pasado el día sintiendo el vacío y empiezo a comprender que sí, o que no; que vivir en el limbo es la nada; que nadie lo merece, y que en el fondo lo sé.

La naturaleza es sabia y uno es un necio. El deber, limitado por el poder o su ausencia, y por el beber, vuelve en formas de castigo y de culpa.

Medio despierto o medio dormido (espero no haber hablado en esos estados) pude oir una risa de otro tiempo, burlona a través de la ventana que – no hay casualidades – sigue entreabierta a pesar de la lluvia.

Todas esas cosas que no pasan cuando la felicidad es plena. Mejor decir: todas estas cosas que pasan cuando se pierde la confianza.

Maldita sea.

13.7.09

Decires, suposiciones y esperanzas, un proyecto de historia

Digamos que morí un jueves. Viernes y sábado me velaron y domingo me enterraron. Igual que a la mayoría de los que íbamos en ese avión. Ataudes vacíos: jamás encontraron nuestros cuerpos, sólo nuestros nombres en una lista sin verificar.

Digamos luego que yo quería a M. O que estaba dispuesto a casarme con ella. Una disposición que crecía en proporciones inversas a la sensación de considerarla eso que llaman el amor de una vida. Era buena para mí, llevábamos una vida tranquila y eso parecía ya bastante.

Digamos también que A era mi amigo. Mi mejor amigo. No en vano hemos compartido una juventud estupenda. Nos conocíamos tan bien que en el fondo no me sorprendió lo que pasó luego. Cuántas veces nos regocijamos de nuestra capacidad para la traición.

Supongo que los hechos se precipitaron en forma previsible y comprensible. Me tocó ser testigo, a mí que pretendo no creer en casualidades. Primero pude ver en sus rostros el vacío y la urgencia común, la necesidad de escurrir una pena. Luego supe que venían de mi entierro e intuí que no por primera vez.

Supongo que fue para mí normal no encararlos y seguir bebiendo. Hundido en un cuarto de hotel, me enteré del accidente por la televisión. En el periódico del lunes vi mi obituario y empecé a comprender una historia increible. La historia que me permitió borrarme del mapa.

Supongo que hay justicia en esta vida. Que el castigo llega. Hoy siento pena por las dos o tres personas que me pueden estar llorando. Tal vez me estoy volviendo loco. Pero sobre todo siento que soy libre: de mis culpas, mis deudas, mis compromisos y mi identidad; muerto, es oficial.

Espero no volver a encontrar al demonio al que debo todo esto. Sin ella no hubiera desaparecido estos días y hoy estaría en paz, muerto de verdad en ese avión. No sabría qué decirle, no siento gratitud pero es seguro que el deseo me perdería otra vez, y quién sabe acaso ya para siempre.

Espero que finalmente se me olvide. Que M y A no se sientan culpables y, quién sabe, que puedan ser felices juntos. Siempre pensé que podrían ser una estupenda pareja. Espero que no sea tan duro para ellos continuar ni para mí empezar de nuevo.

Espero tal vez algún día encontrar a alguien que comprenda esta historia. Y poder aprovechar esta nueva oportunidad, acá donde nadie me conoce y nadie pregunta por el pasado. Que pueda ser alguien mejor. Mirarme al espejo y decirme que estoy vivo. Y sentirlo: que estoy vivo.

4.7.09

Otro post

Escribir. Algo que sea importante ahora. Al menos divertido. Que valga la pena ser leido, vamos.

Estoy pensando por qué diablos estoy despierto tan tarde, con estas ganas necias de escribir algo sin mayor idea en la cabeza.

¿Será que finalmente me estoy volviendo adicto al puto blog?

Contaré mi día, querido diario: Calor, día de mierda en la oficina. No almorcé por volver a casa temprano. Felizmente el horario de verano, pero igual tardé en salir.

Qué calor del carajo. Llegué y volví a salir, corriendo (bueno, caminando), a la tienda a por cervezas.

Ni pensar en salir con este calor. Abrir las ventanas nomás, y tal vez ver a los niños jugar en el patio. Igual la bulla que hacían dificultaba la siesta.

Luego llamé a J para que venga a ver el tenis. Le íbamos a Murray y perdió. El domingo le iremos a Federer.

Comimos pollo con arroz, habas y ajíes. Y helados de mango y limón. Bebimos cervezas (voy a por otra ahora).

Recibí un texto de la pequeña B: mañana nos vemos. El otro día me dijo que las relaciones son como los libros: van y vienen, buenos o malos, siempre te dejan algo. Ella es buenísima y está dejando cada vez más.

Se fue J, a los niños los guardaron y el calor finalmente empezó a bajar.

Se me ocurrió titular este post “Insomnio de una noche de verano”. Qué atorrante.

Se me ocurrió que francamente este post no merece ser publicado. Luego me dio igual.

21.6.09

Me verás volver

Parece que en la entrada anterior he pintado un cuadro un poco gris de lo que siento estos días al mirar Lima desde la ventana de unas cortas vacaciones. Mirada condicionada por mi retorno permanente, en un año, y por el proceso de adaptación o readaptación que esto me deberá significar. El énfasis entonces está puesto en aquello que por lo menos en un primer momento será distinto para mí luego de cinco años en Europa, en particular respecto de algunas cosas que me gustan. Una aproximación que me lleva a inferir que estoy echado a perder para la vida limeña.

Por algunos comentarios recibidos, deduzco que fracasé (de nuevo) en el intento de abordar con humor los pequeños problemas de mi retorno, burlándome de mí tal vez.

Un amigo me preguntaba el otro día cómo he encontrado Lima. Intuyo que esperaba una respuesta relativa a la experiencia europea, con miras a entrar en una comparación que podría perfectamente haber terminado con alguien cantándonos eso de "por qué no se van del país". El amigo se sorprendió cuando dije que encontraba la ciudad mucho mejor, más limpia y ordenada, con una mayor oferta, etc. Pidió una explicación y se la di: el hecho de vivir en una ciudad como París efectivamente limita mi capacidad para sentirme satisfecho con Lima; pero, al ser conciente de esto, pretendo que mi percepción no se vea afectada por estándares que en principio no le corresponden.

No obstante, creo evidente que la entrada anterior es de una superficialidad propia de este espacio, y de los ánimos del día; es decir, muy parcial. Pues no se dice en ella nada sobre un par de elementos cuya trascendencia me permite recuperar rápidamente la sensación de pertenencia con mi ciudad: la familia y los amigos. Que me gustan y mucho, y sin peros. Es a por ellos que vuelvo siempre a Lima y, con renovados ánimos, ahora a este espacio.

Al volver tengo siempre presente un artículo de Santiago Roncagliolo titulado "Los prófugos del Perú", publicado hace unos años a propósito de Las travesuras de la niña mala:
"Cuando voy al Perú, me enfrento con la evidencia de que mis amigos y yo hemos crecido separados. Cada uno conversa con el recuerdo que tiene del otro, y fingimos que seguimos siendo los mismos porque ese recuerdo es lo único que nos queda de una época.

"(...) Los momentos de la vida, como los montajes teatrales, tienen escenarios y actores distintos. Cuando se cierra el telón y uno hace mutis, cada función muere un poco, y parece más lejana de lo que es en realidad.
"Por eso, me identifico con Ricardo Somocurcio, el intérprete y traductor que protagoniza la última novela de Mario Vargas Llosa, cuando dice: 'Había dejado de ser un peruano en muchos sentidos, sin duda. ¿Qué era, entonces? Tampoco había llegado a ser un europeo. ¿Qué eras pues, Ricardito? Tal vez lo que en sus rabietas me decía Mrs. Richardson: un pichiruchi, nada más que un intérprete, alguien que solo es cuando no es, un homínido que existe cuando deja de ser lo que es para que por él pasen mejor las cosas que piensan y dicen los otros'".
Digo que tengo presente esta reflexión y hasta puede parecerme preocupante, pero no la encuentro ratificada en mi experiencia. Es verdad, mis amigos y yo hemos crecido separados los últimos años; pero, al mantener algún grado de contacto, conservamos la capacidad de actualizarnos y de seguir reconociendo y apreciando en nuestros caracteres las calidades que nos permiten seguir siendo amigos. Nuestras vidas están hechas de momentos, pero su realidad no corresponde a la estructura de montajes teatrales aislados.
Por supuesto, Santiago Roncagliolo y el personaje con que se idenifica han tenido experiencias distintas a la mía. No obstante, en algo me reconozco en ellas. Al hacerlo, al ir por el mundo tal vez echando a perder al limeño que fui, me gusta pensar que voy cambiando (o no) sobre la base de identidades que siempre es posible afirmar, en el Perú, en Francia o donde sea, antes que en recuerdos estáticos de tiempos idealizados en los que definitivamente no está el país de nadie. Me parece que algo de esto recoge la columna de Santiago en su remate, respecto de Ricardo Somocurcio y la niña mala:
"Tanto el uno como el otro tienen una patria clara, aunque eventual e intermitente. Para Ricardo, esa patria es la niña mala, una patria inhóspita pero recurrente, el único lugar en que se siente en casa. Para ella, Ricardo es como el Perú, un lugar que la reconoce, pero que se siente obligada a abandonar en defensa propia. Los amantes de la niña mala se multiplican por los países que visita, pero ella no es capaz de amar a ninguno.
"El país de los personajes de este libro son las personas que los quieren, aunque tengan maneras extrañas de hacerlo. Y creo que eso es lo que hace que uno sea peruano, o español o chino, más que el pasaporte o el tiempo vivido ahí: la gente en cuya mirada se reconoce y en cuyo afecto se cobija del mundo. Los amigos cuyo recuerdo quizá no sea más falso que el presente. Los actores que regresan al escenario cada vez que la memoria los convoca, y que uno va reencontrando con distintos nombres y distintas historias, en esa larga fuga hacia ninguna parte que llamamos vida".
De acuerdo. Salvo que no llamaría yo a la vida una fuga hacia ninguna parte, aunque suene bonito. Me gusta pensar que lo mío es más bien una búsqueda de personas con las que quererse y reconocerse. Sí, una búsqueda de patria. Una patria que, felizmente y sin intermitencias, encuentro siempre en el Perú. Y una búsqueda que pasa también por París, otra patria tal vez, y felizmente. Creo que es natural que la distancia, o la ventana desde la que por ahora me toca relacionarme con Lima, me haga mirar ahora en esa dirección.

Y es que, como dice Antonio Luque, me temo que sólo conquistando se está bien.

17.6.09

Cinco años después, echado a perder

Me gusta caminar. De paso por Lima reaprendo los cuidados requeridos: los autos no van a parar, no siempre hay vereda o semáforo, no siempre hay seguridad, y ahora descubro en las calles rejas cuyas llaves supongo están reservadas a los vecinos. Además acá todos lo miran a uno. Y uno mira de vuelta, aunque ya con un poco de fastidio. La gente se mira pero no se saluda. Los únicos que saludan son los guachimanes, seguramente porque piensan que uno es vecino y por lo tanto jefe en alguna medida. Yo los saludo y me entristece su presencia, o la necesidad de su presencia.

Me gusta la comida de mi país. Se come muy bien, hay una tradición importante. Estando afuera se extrañan los sabores con los que uno creció. Pero estando acá me parece que exageramos un poco y que perdemos la brújula con la exaltación de nuestra cocina. He ido a los restaurantes de moda, de muy buena calidad. Todos quieren tener estándares mundiales, es decir franceses, pero normalmente no terminan de incorporar el balance que es la clave de la cocina francesa. El glotón sufre las consecuencias de una comida bien presentada y pesada. Le falta todavía.

Me gusta la vida cómoda. Acá tengo acceso a servicios que en Europa son impensables. Veo a familiares y amigos teniendo hijos con nanas permanentes, además de choferes, mucamas y cocineras. Pienso que son privilegios permitidos por una realidad social fragmentada y la pobreza de muchos. Entonces ya no me siento tan cómodo. Luego pienso que son tonterías, que esa situación no es mi culpa y que darle trabajo a la gente es darle recursos. Y veo a la hija de la cocinera con estudios universitarios y otra proyección. Pero no quiero depender de nadie, ni que nadie dependa de mí.

Me gusta tener una agenda cultural rica y diversa. Veo con agrado que en mi ciudad la oferta es cada vez más abierta a distintas expresiones del país, y de mejor calidad. Veo también una mayor frecuencia de espactáculos importados de calidad. Sin embargo estoy echado a perder. Como con los vinos, luego de vivir tanto tiempo en Francia, el sabor no es el mismo. Soy conciente de que esto poyecta esnobismo, atorrancia, pero el bajón en la agenda (y en los vinos) es una realidad que me toca vivir y que por supuesto subyace a mi readaptación.

Me gustan las pijas de mi ciudad. Es el título de una canción pero también un problema personal. Cuando me fui estaba harto de ellas, que entonces no me hacían tanto caso (sospecho que cuando uno viene de afuera se fijan más en uno). Su vocación por el engreimiento, la pretensión y la frivolidad, ahora me da algo así como unas ganas por pinchar la burbuja para compartir lo que hay fuera, sin dejar de ser limeños. Pero por supuesto esto no es tan fácil. Y me da flojera, pues también he conocido mujeres, de otros lados, con los pies más sobre la tierra.

14.6.09

elfaltante

si acaso digo
la última palabra
es el silencio

10.6.09

Medio viaje

Realismo: En mi ciudad encuentro a mi madre pero no mi hogar. Me siento a gusto con estar de paso. A diferencia de otras visitas, esta vez no busco perspectivas ni continuidades.

Levedad: Venía a divertirme, a distraerme. En la absurda búsqueda encontré la grandeza olvidada. Hoy a medio viaje me sorprendo en un limbo, entre las ligeras verdades y el vacío.

Realidad: Ya no estoy tan dispuesto a tomar lo que encuentre e irme. He aprendido que las consecuencias existen y que el soslayo es un error. No pensé reencontrar ilusiones y heridas superadas.

Idealismo: Superar es una acción y una palabra horrible. Paradójicamente me refugio en el retorno a otras precariedades, si acaso un poco más estables, por algunas semanas apenas, cuya eteridad imaginé segura.

Ilusionismo: Desde hace una semana, incluso antes de iniciar mi viaje, vengo lidiando con estos asuntos. Hoy estoy cansado de hacer las cosas bien y quiero que me quiten la camisa cuando me besen.

8.5.09

Un sueño

Soñé que iba a una especie de centro comercial con algunos amigos. Cola para entrar. Una vez dentro, en una primera sala, uno se sentaba frente a una computadora, en una especie de cubículo. Perdí a los amigos al concentrarme en la pantalla. En ella podía seleccionar infinitos productos, en la lógica de luego pasar a otra sala donde un vendedor los habría separado. Eran artículos estupendos a precios estupendos, pero yo ya los tenía o no los necesitaba.

Decidí que simplemente quería pasear por el resto de la tienda, recuperar a mis amigos y largarme. Antes me encontré con mi amigo Iron Man, quien corría en una máquina promocionando su causa de ayuda a niños abandonados. Nos saludamos con afecto, comentamos con desaliento el consumismo que nos rodeaba, nos deseamos suerte y seguí mi camino.

Horas antes había estado con un grupo de amigos, quienes me presentaron a A. A A se le empezó a hacer tarde para tomar el último metro. Para mi alegría, pues me habia gustado y deseaba hacerla sonreir, se notó su alivio cuando le ofrecí llevarla. En el camino me sorprendió que en realidad no me provocara iniciar una conversación. Finalmente esta surgió y paramos en un bar.

Luego de un par de cervezas y de contarse un poco nuestras vidas, impaciente por una definición y sin mayor estrategia le dije que me sentía atraído por ella, pero que simplemente no estaba ni quería entrar en ningún rollo. Pues ya me voy de esta ciudad, satisfecho para qué, y la experiencia me dice que es mejor irse sin compromisos. Cuando la dejé en su casa me dio un beso e intercambiamos teléfonos, agradeció la jalada y la sinceridad. Y qué creen, me ha enviado un SMS para volver a vernos.

Mi sueño siguió conmigo paseando por el centro comercial. Subiendo por una escalera en caracol en la que iban apareciendo entradas a tiendas por departamentos, y vitrinas que daban a distintos parques de diversiones. Entre estos, recuerdo un zoológico y una recreación del universo de Star Trek. Yo subía, puede que diez pisos, buscando a los amigos perdidos. Hasta que los encontré en la última entrada. El reencuentro amable y sin mayores efusiones.

Ahí nuevamente había que hacer cola ante una puerta. No estaba muy claro para qué era la cola pero había guardias vigilándola y gente peleando por su sitio en ella, a golpes. Los guardias retirando a los peleones nos permitieron avanzar con rapidez. Así que finalmente accedimos a las cajas, como en cualquier supermercado. Atrás de ellas estaba la salida al estacionamiento y a la luz del día. Ahí terminó el sueño, pues la luz del día de hecho me estaba despertando.

Creo que voy a llamar a A.

23.4.09

No se acaba nunca

Paseo por las calles y escaleras de mi barrio, Montmartre. Disfruto de la primavera luego de una gripe que me tuvo algo encerrado. Voy pensando en los últimos pesares de la familia dispersa, en mi suerte y en mis cuentas. Voy distrayéndome con la vida de la tarde, tomando nota de locales que nunca visité. Un joven me saluda y me pide una moneda, solidaridad entre barbudos dice. Me río, se ríe, no le doy un mango pero igual agradece. El siguiente que pasa sí le da una moneda.

Entro en un bar. Es temprano pero está casi lleno. Los jóvenes beben en la terraza y los viejos en la barra. Pintas desgastadas, en este bar no hay turistas. Un par de viejos miran unas pinturas en una mesa. El tipo de la barra tiene una camiseta de Inca Kola, la bebida del Perú. Anda muy ocupado como para entablar conversación. Pido una cerveza, hay mesas libres pero me quedo de pie. Los borrachos de al lado saludan. Respondo con un brindis silencioso.

Estoy a gusto aquí. Pasan chicas guapas en ruta al baño. La música es de mi agrado. No hay pantallas con partidos de futbol o rugby. Si me quedo lo suficiente la cosa podría ir bien. Me viene a la mente la película que vi anoche, en la que un personaje dice que si se consigue abordar a una mujer la mitad del trabajo está hecho. En mi caso tiendo a pensar que todo eso depende de un momento de enganche posterior al abordaje. Nada que vaya a pasarme hoy.

Suena mi teléfono. Es un amigo que se queja del trabajo y de la falta de dinero. Lo invito al bar. Quedamos para mañana. Los compañeros de barra me escuchan hablar en castellano, alguien dice salud. Respondo, pero la timidez me hace ver serio y la seriedad intimida. Llama otro amigo, esta vez hablo en francés. A nadie le importa pero los que oyen ahora saben que vivo aquí, como tanto extranjero. En realidad, los auténticos parisinos, si acaso existen, son algo así como extras de cine, simbólicos. Apago el teléfono: un poco de respeto por el bar.

Empieza a hacer calor. Pido otra cerveza. Se para al lado una rubia, nada mal, a pedir un par de copas de vino. Tiene un acento extranjero. La saludo y le pregunto de dónde viene. Es escocesa y simpática. Le cuento que tengo ancestros escoceses: mentira. Me pregunta de donde vengo y qué hago en París. Mis respuestas son displiscentes. Le pregunto su nombre: lo he olvidado. Le sirven sus copas, paga, me sonríe y se va para siempre. Me refresco con un buen trago y me pregunto qué pasa conmigo, sintiéndome tan sereno.

Las preguntas usuales de esta ciudad: de dónde vienes, qué haces, dónde vives. Seguidas de una conversación interesada, más o menos interesante, o de una retirada más o menos brusca. Solteros y parejas buscando correspondencias. Yo, que ya las tuve, en principio no las estoy buscando. Con el ciclo cumplido espero mi próximo destino, supongo que con aire ausente. Pago, me despido y voy a por algo de comer, pensando cómo será eso que dice Hemingway, que París no se acaba nunca...

28.3.09

Siete haikus

Partido ser
Rabia e ilusión
Llenan las horas

La juventud
En su sabio candor
Hoy te rescata

Aquí y allá
El cambio de estación
Se hace sentir

Tiempo cumplido
En la llegada ves
Nuevos paisajes

Hoy es mañana
Despierto dormiré
Al sol que llueva

El viento sopla
El rencor se arrima
Hacia la nada

22.3.09

A propósito de la biblioteca de Hitler

Reseño la columna de hoy de Javier Cercas, que a su vez glosa una crónica de Jacinto Antón sobre el libro La biblioteca privada de Hitler. Los libros que moldearon su vida, de Timothy W. Ryback:

“Nietzsche decía que el mucho leer embota, y también que hay gente que lee para no pensar. Así es al parecer como leía Hitler: para no pensar, o, lo que es lo mismo, para confirmarse en sus propias ideas, para continuar siendo quien ya era. (…)

"[L]eer sólo es leer de verdad cuando la lectura no confirma, sino que desmiente nuestras ideas, cuando nos convierte en otro, cuando no nos mete, sino que nos saca de nuestras casillas. (…)

"[H]ay que desconfiar de quienes no leen novelas; en particular, hay que desconfiar de esos intelectuales y políticos que afirman ser grandes lectores, pero no lectores de novelas porque les importa demasiado la verdad como para perder el tiempo con mentiras, y hay que desconfiar de ellos porque el énfasis en la verdad delata al mentiroso”.

Estas ideas me llamaron mucho la atención. Es probable que hace unos meses no lo hubiesen hecho de igual manera. Hoy me llevan a pensar que viviendo uno aprende algunas cosas, y que sólo a partir de ello es posible rescatar de las lecturas algunas verdades que previamente no eran evidentes. No porque sean presentadas como tales, revestidas de prestigio o complejidad, capaces de reafirmar las creencias previas de quienes son capaces de comprenderlas; sino porque, al confrontarlas con la propia experiencia, somos capaces de inducir de otras humanidades una comprensión más amplia del mundo. Otras humanidades entendidas como gente, como uno o no, que no está buscando dar más visiones del mundo que la de sus propias experiencias, sin mayores pretensiones de universalidad que la honesta aspiración a una eventual trascendencia artística. Al menos esa es la literatura que de un tiempo a esta parte me interesa, junto con el estudio de la historia. Reconociendo que toda aproximacion a la realidad es siempre parcial.

Donde me era fácil admirar y hasta envidiar a intelectuales o aspirantes a tales por la seriedad y los alcances de las lecturas que emprenden y los temas que estas abordan, ahora puedo ver con claridad las posibilidades, ya no tan enriquecedoras, de autoindulgencia que pueden subyacer no solo en las lecturas sino, cómo no, en aquello que, al escribir, esa especie es capaz de recrear. Pienso con alivio que mi vanidad es más sana y modesta que eso. Y puedo apreciar que mi desconfianza por la pretensión intelectual, largamente intuida e incomprendida, haya alcanzado para no confinarme a un complejo de simplicidad que hubiera podido alejarme de la posibilidad de sentirme profundamente conmovido y alterado (tal vez para siempre, qué maravilla) por un poema, una canción o las novelas más delirantes.

Al final, es como dice Bruce Springsteen en una canción: We learned more from a three minute record than we ever learned in school. Creo que Daniel F dijo algo parecido, pero yo le voy al Boss.

16.3.09

De otro tiempo (¿2002? y días atrás)

cuando venga a buscar tu corazón
con mi palito anticuchero
sabrás que el sabor
va de la mano con el dolor

---

dame una tregua
para curar mir heridas
y preparar un buen golpe
que te descalabre enterita

---

cuando iba a apretar el gatillo
y acabar con su insomnio
el gatillo calló
y salvó el pescuezo

---

Hoy he visto el rostro de la mentira
Que todavía me invade

La maldigo entre arcadas, enfermo:
Fuera de mí, por fin.

La próxima que encuentre ese rostro
Purgado, veré a través

(9 de marzo de 2009)

15.3.09

Piel

En momentos como este pienso en la cantidad de piel que permanentemente desechamos. En momentos como este, digo, en que hago limpieza de mi casa y me encuentro con todo este polvo que no sale de otro lado que de mí mismo. Y me pongo metafísico, pues me doy cuenta que son partes muertas de mí. Y entonces me detengo, vuelvo a postergar la limpieza, abro una cerveza y me siento a perder el tiempo un rato más.

Me encantan los domingos.

5.3.09

Chiquitas


Escribir.- La necesidad de satisfacer algo que puede ser la pura vanidad de uno. Y sin embargo la plenitud siempre fue para mí de a dos y efímera. Por cierto, fuera de la cursilería de rigor, el amor normalmente me alejó de la escritura. Pero la insatisfacción se las arregla para volver...

Un amor.- Idealista e ingenua en su afán por controlar y planificar. Hiperactiva y siempre enrollada en supuestas carencias afectivas y desarraigos propios de una vida expatriada. Fuimos felices hasta que me faltó el relajo y quise escribir. Conservo el cariño y creo que cierta disciplina.
Otro amor.- Otra que escribe. Va (o se queda) a la deriva, entre sus impulsos y deseos. Luego la paralizan complejos y depresiones. Sospecho que en el vacío encuentra que la traición tiene sentido. Quise ser cómplice y por supuesto me tocó ser víctima. Espíritu deportivo es lo que toca.
Felicidad.- Siempre habrá una razón para sufrir, no importa lo que digan las iglesias evangélicas, las hadas, el cine o los libros de autoayuda. Y siempre habrá una razón nueva y más poderosa o más atractiva para sufrir. Comprenderlo ayuda a pasarla sin dramatizar más de la cuenta.

Destinos.- En la disyuntiva entre quedarse o ir, normalmente aposté por ir. Impulsiva y atorrantemente, lo reconozco. Pero me gusta pensar que siempre la decisión fue prueba de intuición, autonomía y honesto espíritu aventurero. A veces se pierde pero nunca me arrepentí.

Distancias.- Objetivas y subjetivas, espaciales y temporales, reales e imaginarias, voluntarias y espontáneas, etcétera. Las distancias que importan son las que pudiendo salvarse no se salvan. E importan por las razones de esa incapacidad, más que por la distancia.

Esperanzas.- No creo que el mundo pueda o necesite ser salvado. Y sin embargo me simpatizan quienes quieren salvarlo. Como el Quijote o como Cristo. Pensándolo mejor, creo que en realidad los que me simpatizan son los que en el fondo saben que no se van a salvar y lo asumen con atorrancia.

Aburrimiento.- En primer lugar encuentro aburridos los difuerzos y las multitudes. Dicho esto, creo que soy un buen solitario: mi pared y mi techo no son aburridos. He empezado a encontrar aburridos los libros, una preocupante mayoría de libros. Y he empezado a encontrar aburrido este blog.

Egoísmo.- En casos como estos, en los que se pretende explicar conductas y actitudes con palabras y argumentos verosímiles, pienso que escribir, más que un intento por abrir compartimentos, puede ser testimonio, justificación y reafirmación de la negada autosuficiencia.

Final.- Nada dura para siempre. La parte difícil del final es la de la espera final, valga la redudancia. También hay diversos tipos de final: a mi me gustan los finales rápidos. Oi una vez la historia de alguien que a los 25 decidió suicidarse a los 60, se atuvo a eso y tuvo una gran vida…

27.2.09

Apuntes sobre melancolía, poesía y canciones


1. Conceptos, a cargo de Yves Bonnefoy – La mélancolie, la folie, le génie – la poésie [traducción bien libre y énfasis de este chango]:

La melancolía es la locura que aparece como una esperanza a la vez siempre renaciente y siempre defraudada. Una imagen del mundo que uno sabe que no es más que una imagen, una conceptualización de la memoria, que entonces excluye el objeto que se desea pero sin que estemos dispuestos a aceptarlo. Es querer y no querer ese objeto.

La poesía es la memoria de una intimidad con el absoluto que el concepto nos hace perder. La voluntad de reintegrarse con ese absoluto desprendiéndose de la empresa de conceptos que el melancólico desarrolla, lo sepa o no. Pronto la autoridad del concepto se restablece, pero la empresa poética puede obstinarse. La poesía es, pues, negación de la melancolia; negación siempre olvidada pero siempre reafirmada. Distinta del arte en tanto este permanece entre los signos de la ambigüedad a los que la melancolía es afecta; la poesía es un llamado, un norte trazado, aquello que es importante finalmente decir.

2. Ironía pop de Nick Hornby – High Fidelity (también película de Stephen Frears):

Luego de una ruptura amorosa, Rob piensa en la cantidad de canciones melancólicas que escucha a diario y desde que tiene memoria. Se pregunta si se escucha esa música porque se es melancólico o si se es melancólico porque se escucha esa música. Probablemente el huevo y la gallina, pero Rob afirma que las personas más desgraciadas que conoce, románticamente hablando, son las que tienen un marcado gusto por la música pop, y que ciertamente han escuchado esa música desde antes de ser infelices. Y apunta: a nadie le preocupa que los niños escuchen miles de canciones que tratan siempre de corazones destrozados, de rechazos y abandonos, de dolor, tristeza, pérdida.

3. Toma de conciencia adolescente con un clásico de The Smiths – Rubber Ring:
A sad fact widely known
The most impassionate song
To a lonely soul
Is so easily outgrown

But don’t forget the songs
That made you cry
And the songs that made you smile

4. Registro de estos días, a cargo de The Magnetic Fields en simpáticos videos caseros (van con su dedicatoria más):

5. Colofón: En el auto, perdido, distraido, la música altísima, de vez en cuando una sonrisa.

25.2.09

El cine de mi barrio

De niño me llevaba mi padre al cine Premier de Barranco. Al final de la película nos comíamos una pizza en la pizzeria La Boca, al lado, o unos anticuchos a la vuelta, en el El Tizón. Recuerdo que tendría yo diez años cuando me llevó a ver Rocky 4, que era para mayores de catorce y madre nos tenía prohibida. Recuerdo que el viejo fumaba en el cine, algo hoy inconcebible. Recuerdo que con los amigos del barrio fuimos al Premier a ver El último americano virgen, un bodrio que entonces nos ponía.

Es un horror pasar hoy por Barranco y ver al cine Premier convertido en un espantoso casino de máquinas tragamonedas. Alguien me dijo que hubiese podido ser peor, que hubiese podido ser una iglesia evangélica... de hecho creo que en una época lo fue, pobre. El cine de mi barrio no solo se perdió sino que se degeneró.

No sé en cambio qué sera del Cinematógrafo de Barranco. Entrañable por el espíritu artesanal, el bajo costo y la estupenda calidad de las películas. Deleznable por la calidad de la proyección. Supongo que no sobrevivió la apertura que la pirateria trajo incluso para los cinéfilos más exquisitos (entre los que no me incluyo). Recuerdo que se ganó mi respeto definitivo el día que fui solo a ver una película (en una época fui con cierta frecuencia) y no llegó nadie más y pensé que me devolverían la entrada y me mandarían a mi casa sin película; pero, finalmente, a la hora indicada, pasaron la película solo para mí...

¿Por qué recuerdo todo esto? Porque ahora que vivo en otra ciudad he descubierto que en mi barrio, a dos minutos puerta a puerta de mi casa, hay otro cine de barrio. Antiguo, sin tugurizar, felizmente no se ha convertido en un casino o una iglesia evangélica sino que se ha renovado y la proyección es intachable. Sin colas y sin publicidad, llego a la hora exacta y a la hora exacta empieza la película. Por supuesto nadie fuma dentro. La cartelera es distinta todos los días, para cada función, cuatro funciones por día. Son películas normalmente buenas, estrenadas durante el último año pero ya fuera de la cartelera comercial. Casi que se puede ir a ojos cerrados, pero además distribuyen la cartelera de toda la semana, cosa que uno se puede organizar para ver las películas que se perdió (en mi caso todas, pues ya sólo voy al cine de mi barrio). Y si no tienes ese papel, el cine de mi barrio tiene una página web. Estupendo, perfecto, les deseo de todo corazón que en sus barrios tengan algo parecido.

Nomás hay que atender una recomendación que me hizo una amiga un día, dizque con conocimiento de causa: no te saques nunca los zapatos porque en los cines de esta ciudad hay pericotes. Y a mí que me encanta sacarme los zapatos y que nunca vi un pericote... sospecho que me lo dijo porque le da verguenza que me los saque. Pero me lo dijo tan en serio, me contó una anécdota tan graciosa y me da tanto asco la posibilidad, que le hago caso.

Recuerdo a mi padre hoy un poco lejos y pienso, a él que le encanta escaparse del trabajo para ir a una matinée, cómo le gustaría el cine de mi barrio...

22.2.09

De literatura, exilios y física cuántica

Para alguien que desde la infancia ha tenido cierto apego a la literatura, es un gusto estar de acuerdo con Roberto Bolaño cuando dice que, probalmente, los escritores y lectores incurren en una forma de exilio al dejar atrás la infancia. Que embarcarse en la literatura constituiría una suerte de exilio: el ingreso voluntario, por las razones que sea, al laberinto de la escritura. Lo que supone adoptar una forma de ser y de estar, y de trabajar, se esté donde se esté.

Para ilustrar esto, Bolaño presenta a Arquíloco, poeta y mercenario griego del siglo VI antes de Cristo, famoso por haber contado en un poema cómo abandonó el combate y a sus compañeros de armas, incurriendo en traición, por salvar el pellejo. Evidentemente entendía su vida como un permanente exilio, sin valor fuera del ámbito de la poesía. Era ese el viaje que deseaba continuar, y en consecuencia mostró su valor con la pluma, arriesgando la vida y el honor al convertir su fuga en literatura.

Pocos en estos tiempos dispuestos a atribuir ese valor supremo a la literatura. Más corriente identificarse con Glauco, amigo de Arquíloco, a quien curiosamente éste dedica unos versos que Bolaño presenta como “de una tristeza pragmática”:
Tiene el hombre mortal, Glauco, hijo de Leptines,
los ánimos según se le presenta el día
e ideas con arreglo a aquello en que trabaja
Pues ciertamente el exilio real conlleva la necesidad de adecuarse al nuevo entorno, sobre todo si va a ser prolongado. Lo que aleja del arquetipo de escritor que con la pureza que le es propia describe Bolaño, pero acerca a otras reflexiones que pueden resultar más necesarias a la cotidianeidad.

Me estoy refiriendo a exilios voluntarios, tan comunes hoy por diversas razones. En algunos casos, probablemente se deriven de una intención por experimentar otras realidades: algo parecido a una vocación literaria. A fin de cuentas, el laberinto literario es en cualquier lugar una forma de escape de realidades insatisfactorias. Y es válido pensar que el exilio permite desarrollar nuevas perspectivas, a partir de las cuales acceder a otros niveles de realidad en los cuales sentirse más a gusto.

No obstante, establecerse en un nuevo país y empezar una nueva vida, no quita que, más allá del trabajo, las nuevas perspectivas y la literatura, persista la importancia de establecer vínculos espirituales. Pues el exilio suele ser una experiencia solitaria. Hablo de vínculos que no necesariamente lleven a sentir pertenencia pero sí tal vez conformidad con la permanencia del exilio (pues es posible que nunca se deje de ser exiliado). En primer lugar y por supuesto, una pareja estable y eso que llaman nucleo familiar. Por supuesto, hay diferentes formas de encararlo.

El exiliado debe tener en cuenta que, en la medida que el medio ambiente le es ajeno y requiere de él un esfuerzo de adaptacion, puede inducirlo a construir relaciones humanas en términos asimétricos. Por eso, debe intentar identificar las variables que le permitan adecuarse a la inevitable sensación de desarraigo sin que esto lo lleve a sentirse alienado. Tratar de comprender algo así como las partículas elementales de su ser, aquellas cuya estructura interna no puede describirse como una simple combinación de otras partículas.

(Digresión científico-romántica: para la física cuántica las partículas elementales son las piedras angulares del universo, de las que todas las otras partículas están hechas. Por cada partícula elemental existe una antípartícula de valores opuestos de la que esta seria indivisible. Por ejemplo, los quarks tienen a los anticuarks, una y otra partículas de colores que se observan siempre como partículas compuestas, de color neutro, llamadas hadrones. En teoría, las partículas elementales permiten predecir la existencia de partículas simétricas).

Pero seguramente este es un esfuerzo necio. El hecho, real y concreto, es que las relaciones humanas reflejan una suerte de puesta en escena del principio de incertidumbre. Según el cual, los valores de determinados pares de variables conjugables (tiempo y espacio, por ejemplo) no pueden ser previstos; pues, cuanta mayor precisión en el conocimiento de una propiedad, menor precisión habrá en el conocimiento de la otra. De donde se deriva la teoría del caos, tan válida para el universo como para la cotidianeidad humana.

No hay, pues, escape posible ni vuelta atrás a la incertidumbre generada por el exilio. Solo queda la actitud adoptada por Glauco, hijo de Leptines, para enfrentar el resto del viaje. Y por supuesto la escritura, que en efecto lleva a otras formas de exilio, en las que es factible intentar un mejor reconocimiento de las partículas elementales de cada quién y, quizás, del universo. Aun cuando el afán pueda ser vano, el proceso basta; eventualmente, alguien más podrá comprender.

Foto de Gregory Colbert.