Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí. Al acostarse no le pareció tan grande.
Tampoco se dio cuenta que era rosado. Y definitivamente no pensó que estaría
ahí, al despertar. Ni él ni el dinosaurio. Ni ella, tampoco ella. Vio la trompa
sudada, oyó su resoplido. Se dio vuelta, se tapó la oreja con la almohada,
volvió a dormir.
Cuando volvió a despertar, el dinosaurio
se balanceaba. Ella no estaba. Estiró la mano, sacó un lápiz de su
chaqueta y escribió en la pared: “El control y la calma no tienen mérito. Es al
revés, son capaces de desactivar las virtudes. Éstas requieren de colores intensos,
ideas, música y paisajes, todo a la vez. Asimilar es mala palabra. Las
vacaciones son una mierda”.
Cuando terminó se dio cuenta de que
el elefante estaba ahí, inmenso, tapándole la salida. No sintió miedo. La
llamó. No hubo respuesta. Busco un cigarrillo, sin suerte. Se imaginó al
dinosaurio metiéndose en la cama. Pudo sentir al mundo tirando para abajo. Se
sintió muy mal, débil. Mató una araña con el zapato. El resoplar del dinosaurio
se oía cada vez más pesado.
Se vistió. Al terminar, le dijo:
- - ¿Barney, no
deberías tú estar extinto?
Cuando por fin gritó, le pareció
que el dinosaurio no era sordo. Hubo algo en su balanceo, una afectación
en el ritmo, un brillo rojo en un ojo. Pero hacía como si no estuviera. Tomó el teléfono. A la
tercera timbrada, ella contestó:
- - Has dejado
al dinosaurio acá, ¿qué se supone que haga?
- - Qué sé yo,
no debiera estar ahí.
- - Putamadre.
- - A lo mejor
te quiere decir algo.
- - Ja.
- - ¿Viste mi
mensaje?
- - No.
- - Te llamo más
tarde, un beso.
- - Vale, beso.
Entonces vio el papel bajo el reloj. Leyó:
A veces eso es un amigo: un dinosaurio que atraviesa un pantano al que no
podemos asir ni llamar ni advertirle nada. Son raros los amigos: desaparecen.
Son muy raros: a veces, al cabo de muchos años, vuelven a aparecer, y aunque la
mayoría ya no tiene nada que decir, algunos sí que tienen algo que decir y lo
dicen.
Volvió a ver al dinosaurio, maldijo a Monterroso, a
Charly, a Bolaño. Y a ella, pero sonreía.