18.12.10

Las horas

El encierro es un cuarto hecho con rumas de periódicos. Las noticias en ellos son quejas arrugadas que acumulan años y polvo. La víctima de sí se cuida de no jalar mucho ninguna; por no revivir errores, por no tirarse el mundo encima, otra vez; por no recordar que olvidar es mejor.

Trata de no pensar en promesas o buenas nuevas. Como aquellas que en el pasado esbozaron poder ayudarle a desechar, o al menos a reciclar el tiempo muerto. Resultaron vanas al fin, sin un destino. Comprende que son y no son parte de su realidad. Entonces se mira el ombligo.

Las palabras fuego y redención resuenan a veces con deseo, creando vértigo desde un abismo interior. Pero su agresividad no alcanza para tanto. No quiere escapar, sólo arrimar los periódicos; un poco de aire. Se siente débil e inútil, pero vive. Y nunca realmente ha requerido ayuda.

10.12.10

Buenas noticias

No es difícil enterrar un muerto en sus propias palabras.
La paz es superior al amor; nosotros hacemos la guerra.
El poder es la droga que más tontos nos pone.
Tu odio colabora con mi oído; nunca escuché nada así.
Apuras el maquillaje antes que el espejo termine de quebrarse.
Si quieres puedes quejarte, pero el olvido parece más absorbente.

9.11.10

Palabras necias

El primero en decir que guerra avisada no mata gente: Fui yo, el espejo.
Insensato es dejarse atraer por el ensimismamiento de la propia muerte. 
Casi cualquiera haría el mismo daño: el drama me lo monto solo.
Pues te enamoras de una idea, otra vez
Lo peor es que la reflexión no te hace menos vulnerable.
Lo peor es que lo razonable es correr al primer aviso. ¿Es esto lo que duele?
Lo peor es no poder odiar. Ni descartar que la posibilidad de lo opuesto existe. O la posibilidad de no haber comprendido nada. 
Y más: corres luego, cuando una raíz asoma. Es la historia de una vida escogida.
Aunque la rabia y la melancolía confundan los días.
En algo nos parecemos: somos cobardemente horribles. 
Y cómo escribir un poema que sea la patria de uno. 

4.10.10

Espejos

Te miras en el espejo. Me gustas. O tal vez no. Tal vez ni siquiera me reconoces. Te apoyas contra el muro y buscas en tus ojos, en mis años. Buscas el contenido de mis formas, una imagen que te integre.

Estás solo y te sorprende mi seriedad.

Te viene a la mente una serie de autorretratos pintados sobre espejos convexos. Me interesan los contrastes. Aparece la autora, dibujada apenas, con gesto serio; de rodillas, pintando la acción de pintarse, siendo la que quiere ser. 

La sutil firmeza del trazo te confirma que por ahí pasó.

Pero me falta la otra imagen, la del espejo, la de la persona que murió en esa acción. Se te ocurre que el juego podría llamarse “Aquí no hay realidad”.

Pero no. La serie se llama “El espejo frente a la realidad que está en pie detrás de mí”. Y la firme sutileza del dibujo tiene la virtud de transparentar esa realidad. Pues si te paras al frente, lo que veo es mi reflejo, deformado por el ángulo convexo. Apareces de pie detrás del autorretrato, y me veo a través de él. 

En ese juego te llamas realidad.

Pero lo que sientes es irrealidad. O la paradoja del tiempo en el espejo: la realidad es cambiante, la pintura hace permanente lo efímero, y la pintora deja ver a través suyo mi imagen distorsionada; pero lo efímero no está ahí, y el cambio es permanente, y tú lo representas, parado ahí, sólo que en esa imagen yo tampoco soy yo. 

Y los espejos son redondos: con angustia ves pasar una ventana de oportunidad. 

Recuerdas una lección aprendida, sobre la insensatez de confundir el juego del espejo con metáforas románticas. El espejo o la fatal pretensión de negar a alguien; sea para imponer tu propia imagen, sea para someterme a alguien más. Negación del propio romanticismo.

No es eso lo que quieres. 

Si acaso, buscas la realidad que está detrás del trazo. La realidad de la ficción – la realidad del arte – la realidad de la tragedia. 

Una voz te dice que no dependes de nadie para reconocerme en el espejo. Reconoces entonces mi reflejo. La imagen que ves es la de tu propia muerte, en vivo y en directo. Y ahora te gustas, y eres capaz de compartir.

El espejo se diluye. 

3.10.10

Lima

El gris refleja bien la ciudad
Aferrarse al humo
Condescender al aturdimiento

22.9.10

Diario japonés

Lunes
Muestra tu espejo
La imagen que más celas
La irrealidad

Martes
Quizás el premio
El que piensas querer
Nunca existió

Miércoles
El bien no tarda
En atraer al mal
Y tú no aprendes

Jueves
Por un momento
Levantas testa y todo
Parece horrible

Viernes
Esta es la historia
La libertad aburre
Y el cuerpo arde

Sábado
Ves lo insondable
En el vértigo empuñas
Raíces muertas

Domingo
Con este cielo
Imposible saber
Si va a llover

5.9.10

ST

Hay momentos en los que debo hablar
Pero no puedo
El escrutinio se siente implacable

Transparencia es el estado del arte
Pero no sé
Suelen ser oscuras las ilusiones

Hay momentos en que debo callar
Incontinente
Encontrar la forma del abrazo

7.8.10

Foto

La sala mostraba un gusto cultivado en tradiciones victorianas y viajes. Sonaba a mar y olía a tierra. El té y la porcelana eran chinos. La luz de las ventanas quizás también. Los cuadros eran oscuros y las alfombras gruesas. El fuego distraía sin sofocar. Y en medio estaba ella, vespertina. Iba y venía con gracia, sin reparos ni zapatos, girando con los brazos abiertos. Espontánea decadencia jugando a seducir.   

3.8.10

Confianza

Pasos como brincos
En el desierto y el borde
La tierra fuera y dentro
El agua olvidada al sol
Millones de fósiles marinos
La sed aumenta


Controla el pánico
Disfruta otra vez
La noche estrellada


***

Lastimé y fui lastimado
Luego me colgué de las circunstancias 
Y puse todo entre paréntesis
Pronto los divertimentos se volvieron
aburrimientos

Una aparición hace que de un golpe de insomnio me entere
que el deseo y la necesidad no son homólogos

No se está uno bien entre paréntesis 

10.3.10

Elogio del sopapo

Se me ocurre preguntarme si yo estoy conmigo. Puede que no sea tan absurda la pregunta. Porque estando solo y estando acompañado se suele desear el cambio de esos estados. Parte de uno se traslada a otro lugar y tiempo, e incluso a otro mundo. Precisamente, la parte más dispuesta a encontrarle el lado amable a las cosas. De ahí los aburrimientos, las frustraciones, las escisiones y las rupturas. Administrar estos pequeños inconvenientes tal vez sea cuestión de estar atentos a un estado que puede pasar por distracción, pero que bien visto se me hace más cercano a la arrogancia. Arrogancia que es en sí abandono de uno y soledad.

Es usual en estos casos de aparente crisis el recurso a una retórica de justos medios y balances. Pero yo no me considero un desequilibrado. Una pena pues, aunque de papel, el lugar común podría servir de refugio durante las horas del mal, siquiera un rato. Se me hace entonces más efectivo un buen sopapo, el remedio que los antiguos copiaron de la vida misma. La pena es que, malditas pedagogías esotéricas, la medicina convencional me fue negada de pequeño, y mi organismo se resiste a asimilar sus propiedades. Pero insisto en automedicarme, y hasta me animo a experimentar con nuevas fórmulas.

PD. Me han hecho ver, de un sopapo, que para que el sopapo sea efectivo debe venir por sorpresa. Con razón pues.

26.1.10

Sobrevuelo

Disfruto el cerrar los ojos cuando despega el avión. Me concentro en sentirlo como una extensión de mi cuerpo. Con suerte me quedo dormido con esa sensación. Es una variante de mi sueño favorito, en el que sin necesidad del avión me elevo y planeo.
De vez en cuando tengo ese sueño. De alguna manera que los expertos podrán explicar, en ciertos estados de somnolencia, semiconciente, me he observado induciéndolo. A veces resulta, a veces no. A veces mi vuelo no se sostiene. Pero siempre es estimulante, elevarse siquiera unos metros y sentir que es posible.
En el sueño, la capacidad de volar se me hace lo más natural del mundo. Como si de pronto recuperara un misterio que en la vigilia se mantiene desconocido por alguna razón olvidada que no volverá a existir jamás. Un misterio que no tiene que ver con ningún artificio: sucede simplemente que la realidad del vuelo se impone por un acto de conciencia.
Incluso estando despierto, a veces me imagino despegando, digamos para cruzar una pista cuando no cambia la luz del semáforo, o para tener una mejor perspectiva sobre la superficie por la que me desplazo. Pienso que por las puras ganas de disfrutar la levedad.


5.1.10

El año nuevo

El año que pasó no ha pasado para mí. Es un año lento, como el anterior; de ciclo irregular y arbitrario, pero objetivo. Comenzó con flores y planes, tal vez en octubre o noviembre, he perdido la cuenta.
La novedad, hace unos 370 días, fue celebrarlo en su noche con champagne y fuegos artificiales. También recuerdo haber hecho una llamada de madrugada. Y en la mañana la primera acción, premonitoria, fue comprar el desayuno en una farmacia de turno.
El año viejo trajo ataques de pánico, cambios, control e insomnio. Y hasta tres inviernos. Si hubo amagos de calor, una parte de mí quedó congelada en el sur. Luego me mudé más al norte. El otoño fue una primavera magnífica y fugaz.
El año pareció terminar y comenzar de nuevo, varias veces. Tal vez, a pesar del blindaje anti fiestas, este sea uno de esos momentos.
Pero hoy es claro que el año que vendrá aún no empieza. Pienso que también será feliz, como dicen las tarjetas postales y los abrazos. Por lo pronto es seguro que traerá retornos, y que se jugará el mundial de fútbol.