27.2.09

Apuntes sobre melancolía, poesía y canciones


1. Conceptos, a cargo de Yves Bonnefoy – La mélancolie, la folie, le génie – la poésie [traducción bien libre y énfasis de este chango]:

La melancolía es la locura que aparece como una esperanza a la vez siempre renaciente y siempre defraudada. Una imagen del mundo que uno sabe que no es más que una imagen, una conceptualización de la memoria, que entonces excluye el objeto que se desea pero sin que estemos dispuestos a aceptarlo. Es querer y no querer ese objeto.

La poesía es la memoria de una intimidad con el absoluto que el concepto nos hace perder. La voluntad de reintegrarse con ese absoluto desprendiéndose de la empresa de conceptos que el melancólico desarrolla, lo sepa o no. Pronto la autoridad del concepto se restablece, pero la empresa poética puede obstinarse. La poesía es, pues, negación de la melancolia; negación siempre olvidada pero siempre reafirmada. Distinta del arte en tanto este permanece entre los signos de la ambigüedad a los que la melancolía es afecta; la poesía es un llamado, un norte trazado, aquello que es importante finalmente decir.

2. Ironía pop de Nick Hornby – High Fidelity (también película de Stephen Frears):

Luego de una ruptura amorosa, Rob piensa en la cantidad de canciones melancólicas que escucha a diario y desde que tiene memoria. Se pregunta si se escucha esa música porque se es melancólico o si se es melancólico porque se escucha esa música. Probablemente el huevo y la gallina, pero Rob afirma que las personas más desgraciadas que conoce, románticamente hablando, son las que tienen un marcado gusto por la música pop, y que ciertamente han escuchado esa música desde antes de ser infelices. Y apunta: a nadie le preocupa que los niños escuchen miles de canciones que tratan siempre de corazones destrozados, de rechazos y abandonos, de dolor, tristeza, pérdida.

3. Toma de conciencia adolescente con un clásico de The Smiths – Rubber Ring:
A sad fact widely known
The most impassionate song
To a lonely soul
Is so easily outgrown

But don’t forget the songs
That made you cry
And the songs that made you smile

4. Registro de estos días, a cargo de The Magnetic Fields en simpáticos videos caseros (van con su dedicatoria más):

5. Colofón: En el auto, perdido, distraido, la música altísima, de vez en cuando una sonrisa.

25.2.09

El cine de mi barrio

De niño me llevaba mi padre al cine Premier de Barranco. Al final de la película nos comíamos una pizza en la pizzeria La Boca, al lado, o unos anticuchos a la vuelta, en el El Tizón. Recuerdo que tendría yo diez años cuando me llevó a ver Rocky 4, que era para mayores de catorce y madre nos tenía prohibida. Recuerdo que el viejo fumaba en el cine, algo hoy inconcebible. Recuerdo que con los amigos del barrio fuimos al Premier a ver El último americano virgen, un bodrio que entonces nos ponía.

Es un horror pasar hoy por Barranco y ver al cine Premier convertido en un espantoso casino de máquinas tragamonedas. Alguien me dijo que hubiese podido ser peor, que hubiese podido ser una iglesia evangélica... de hecho creo que en una época lo fue, pobre. El cine de mi barrio no solo se perdió sino que se degeneró.

No sé en cambio qué sera del Cinematógrafo de Barranco. Entrañable por el espíritu artesanal, el bajo costo y la estupenda calidad de las películas. Deleznable por la calidad de la proyección. Supongo que no sobrevivió la apertura que la pirateria trajo incluso para los cinéfilos más exquisitos (entre los que no me incluyo). Recuerdo que se ganó mi respeto definitivo el día que fui solo a ver una película (en una época fui con cierta frecuencia) y no llegó nadie más y pensé que me devolverían la entrada y me mandarían a mi casa sin película; pero, finalmente, a la hora indicada, pasaron la película solo para mí...

¿Por qué recuerdo todo esto? Porque ahora que vivo en otra ciudad he descubierto que en mi barrio, a dos minutos puerta a puerta de mi casa, hay otro cine de barrio. Antiguo, sin tugurizar, felizmente no se ha convertido en un casino o una iglesia evangélica sino que se ha renovado y la proyección es intachable. Sin colas y sin publicidad, llego a la hora exacta y a la hora exacta empieza la película. Por supuesto nadie fuma dentro. La cartelera es distinta todos los días, para cada función, cuatro funciones por día. Son películas normalmente buenas, estrenadas durante el último año pero ya fuera de la cartelera comercial. Casi que se puede ir a ojos cerrados, pero además distribuyen la cartelera de toda la semana, cosa que uno se puede organizar para ver las películas que se perdió (en mi caso todas, pues ya sólo voy al cine de mi barrio). Y si no tienes ese papel, el cine de mi barrio tiene una página web. Estupendo, perfecto, les deseo de todo corazón que en sus barrios tengan algo parecido.

Nomás hay que atender una recomendación que me hizo una amiga un día, dizque con conocimiento de causa: no te saques nunca los zapatos porque en los cines de esta ciudad hay pericotes. Y a mí que me encanta sacarme los zapatos y que nunca vi un pericote... sospecho que me lo dijo porque le da verguenza que me los saque. Pero me lo dijo tan en serio, me contó una anécdota tan graciosa y me da tanto asco la posibilidad, que le hago caso.

Recuerdo a mi padre hoy un poco lejos y pienso, a él que le encanta escaparse del trabajo para ir a una matinée, cómo le gustaría el cine de mi barrio...

22.2.09

De literatura, exilios y física cuántica

Para alguien que desde la infancia ha tenido cierto apego a la literatura, es un gusto estar de acuerdo con Roberto Bolaño cuando dice que, probalmente, los escritores y lectores incurren en una forma de exilio al dejar atrás la infancia. Que embarcarse en la literatura constituiría una suerte de exilio: el ingreso voluntario, por las razones que sea, al laberinto de la escritura. Lo que supone adoptar una forma de ser y de estar, y de trabajar, se esté donde se esté.

Para ilustrar esto, Bolaño presenta a Arquíloco, poeta y mercenario griego del siglo VI antes de Cristo, famoso por haber contado en un poema cómo abandonó el combate y a sus compañeros de armas, incurriendo en traición, por salvar el pellejo. Evidentemente entendía su vida como un permanente exilio, sin valor fuera del ámbito de la poesía. Era ese el viaje que deseaba continuar, y en consecuencia mostró su valor con la pluma, arriesgando la vida y el honor al convertir su fuga en literatura.

Pocos en estos tiempos dispuestos a atribuir ese valor supremo a la literatura. Más corriente identificarse con Glauco, amigo de Arquíloco, a quien curiosamente éste dedica unos versos que Bolaño presenta como “de una tristeza pragmática”:
Tiene el hombre mortal, Glauco, hijo de Leptines,
los ánimos según se le presenta el día
e ideas con arreglo a aquello en que trabaja
Pues ciertamente el exilio real conlleva la necesidad de adecuarse al nuevo entorno, sobre todo si va a ser prolongado. Lo que aleja del arquetipo de escritor que con la pureza que le es propia describe Bolaño, pero acerca a otras reflexiones que pueden resultar más necesarias a la cotidianeidad.

Me estoy refiriendo a exilios voluntarios, tan comunes hoy por diversas razones. En algunos casos, probablemente se deriven de una intención por experimentar otras realidades: algo parecido a una vocación literaria. A fin de cuentas, el laberinto literario es en cualquier lugar una forma de escape de realidades insatisfactorias. Y es válido pensar que el exilio permite desarrollar nuevas perspectivas, a partir de las cuales acceder a otros niveles de realidad en los cuales sentirse más a gusto.

No obstante, establecerse en un nuevo país y empezar una nueva vida, no quita que, más allá del trabajo, las nuevas perspectivas y la literatura, persista la importancia de establecer vínculos espirituales. Pues el exilio suele ser una experiencia solitaria. Hablo de vínculos que no necesariamente lleven a sentir pertenencia pero sí tal vez conformidad con la permanencia del exilio (pues es posible que nunca se deje de ser exiliado). En primer lugar y por supuesto, una pareja estable y eso que llaman nucleo familiar. Por supuesto, hay diferentes formas de encararlo.

El exiliado debe tener en cuenta que, en la medida que el medio ambiente le es ajeno y requiere de él un esfuerzo de adaptacion, puede inducirlo a construir relaciones humanas en términos asimétricos. Por eso, debe intentar identificar las variables que le permitan adecuarse a la inevitable sensación de desarraigo sin que esto lo lleve a sentirse alienado. Tratar de comprender algo así como las partículas elementales de su ser, aquellas cuya estructura interna no puede describirse como una simple combinación de otras partículas.

(Digresión científico-romántica: para la física cuántica las partículas elementales son las piedras angulares del universo, de las que todas las otras partículas están hechas. Por cada partícula elemental existe una antípartícula de valores opuestos de la que esta seria indivisible. Por ejemplo, los quarks tienen a los anticuarks, una y otra partículas de colores que se observan siempre como partículas compuestas, de color neutro, llamadas hadrones. En teoría, las partículas elementales permiten predecir la existencia de partículas simétricas).

Pero seguramente este es un esfuerzo necio. El hecho, real y concreto, es que las relaciones humanas reflejan una suerte de puesta en escena del principio de incertidumbre. Según el cual, los valores de determinados pares de variables conjugables (tiempo y espacio, por ejemplo) no pueden ser previstos; pues, cuanta mayor precisión en el conocimiento de una propiedad, menor precisión habrá en el conocimiento de la otra. De donde se deriva la teoría del caos, tan válida para el universo como para la cotidianeidad humana.

No hay, pues, escape posible ni vuelta atrás a la incertidumbre generada por el exilio. Solo queda la actitud adoptada por Glauco, hijo de Leptines, para enfrentar el resto del viaje. Y por supuesto la escritura, que en efecto lleva a otras formas de exilio, en las que es factible intentar un mejor reconocimiento de las partículas elementales de cada quién y, quizás, del universo. Aun cuando el afán pueda ser vano, el proceso basta; eventualmente, alguien más podrá comprender.

Foto de Gregory Colbert.

19.2.09

Mi primer artículo

El primer artículo que escribí con pretensiones de tal, fue en realidad una composición escolar sobre Juan Salvador Gaviota. Había desarrollado una opinión tan crítica sobre el libro que me salió eso: una crítica literaria, creía yo, demoledora y definitiva. No la conservo pero seguramente era rabiosa y presuntuosa. De hecho, más que una crítica literaria, era un manifiesto de rechazo a la ideología subyacente. Lo que, por lo demás, probaría que mi disposición al relajo es anterior al tedio profesional.

El punto es que mi composición terminaba pidiendo que retiren el libro de la curricula escolar porque, qué chucha se había creído ese pinche pajarraco… ¿que uno tiene que volar siempre más rápido para llegar al cielo de los pajarracos? La idea que uno tiene que destacarse del montón, distinguirse. Esto a través de la soledad y el sacrificio, al menos hasta poder estar exclusivamente entre gaviotas planeadoras – gente como uno – para, luego, una vez consolidada una posición, mirar hacia abajo y formar a más plumíferos como uno. Induciendo a estigmatizar al que es distinto en su forma de ver la vida – al ser conforme, vamos – como un tipo ordinario, vulgar y hasta indigno. Y todo esto usando la metáfora del vuelo, un auténtico sueño, pero despojado del placer de levedad. Es decir, el horror.

Me había sentido agredido por JSG, confieso. Y luego me habían dado la oportunidad de plasmar mi reacción en un papel. O no tengo idea de qué se pretendía con esa tarea escolar. El hecho es que fui purito afán con mi composición y seguramente pensé en el inicio de una brillante carrera como opinólogo o alguna vanidad por el estilo. Hasta pude haber pensado en iniciar un debate público para cambiar la pedagogía de mi colegio, qué sé yo, delirios de grandeza.

Y luego me pusieron 10 (sobre 20, claro, jalado, por atorrante). Y entonces, en mi incomprensión del sistema y en la incomprensión de mí por el sistema, empecé a comprender que JSG podía ser comprendido de otra manera. En fin, justamente por eso, más de veinte años después me ratifico: hay libros que merecen ser quemados a diario.

15.2.09

Resaca de San Valentín

Anoche lo vi claro. Se acercó el ángel a la niña más sola y le dijo:

- Te complace pensarte complicada, pero de amores no sabes nada.

La niña lo cogió del cuello, le arrancó un puñado de plumas y lo arrojó al suelo. Luego terminó su trago y se fue.

14.2.09

Soneto

Dulce y cruel fue el paso de la semana
Abrevé en torrentes de impudor
Y angustias varé en nuevo calor
Gloria y mentiras por la mañana

Apareció luego la astuta araña
Descubierto en su veneno el sabor
Hice bien la digestión de la flor
Vil mi sumisión y sutil su maña

Pero olvido fermentó agonía
Aprecié menos colores y olores
Y la maté con el zapato un día

Caso tan extraño de mal de amores
(Sin nubes el cielo pero llovía)
Solo se nota en internos temblores

13.2.09

El Che, Dylan y Maradona: enormísimos atorrantes

Estos días vi el estupendo documental No direction home de Scorsese sobre Bob Dylan, la correcta primera parte de la película de Soderbergh sobre el Che, y partes del buen partido de fútbol que ayer Argentina, dirigida por Maradona, le ganó a Francia por dos goles a cero.

Y hoy con un amigo comentábamos en el almuerzo los alcances políticos de la película sobre el Che, producida en Estados Unidos para presentar con relativa fidelidad la imagen del revolucionario. Coincidimos luego en nuestra admiración por el trabajo de Benicio del Toro, aunque no necesariamente en esta película se pueda apreciar su gran versatilidad. De hecho a mí me resultó estereotipado su papel del Che, pero pienso que eso se debe a una limitación del papel y no del actor. Y creo que es un mérito de Soderbergh y de del Toro haber sabido distinguir esa limitación: a del Toro efectivamente le tocó recrear lo que para el propio Ernesto Guevara habría sido un personaje, ni más ni menos.

La película muestra al Che, auténtico revolucionario confeso, evidentemente conciente del rol de su imagen pública. Un detalle muy sugestivo en ese sentido es presentado en una escena en la que está esperando ser entrevistado en un estudio de televisión en Nueva York y le ofrecen maquillarlo. Su primera reacción fue negarse, luego lo pensó mejor y aceptó. ¿Qué pensó el Che entonces? Quizás alguien lo sepa a ciencia cierta, yo solo especulo a partir del crédito que le doy a la película. No habría sido vanidad. Esta estaba en su primera respuesta, en el hecho de ser un guerrillero, una suerte de especie superior que precisamente rechaza ese tipo de vanidades. Pero conciente de la importancia de su imagen para la propaganda revolucionaria, su deber era sacrificar su individualidad en aras del absoluto: ser para el mundo, atorrantemente, un auténtico revolucionario.

Frente a una posición de popularidad comparable, el documental de Scorsese muetra cómo Bob Dylan ‘traicionó’ sus inicios como referente de la música folk de protesta. Su evolución artística lo llevó a explorar nuevas formas y contenidos para su música, obteniendo el rechazo de parte importante de su público. Y renunció también a ser cabeza visible de la izquierda estadounidense, en plena reivindicación de derechos civiles y oposición a la guerra de Vietnam. Simplemente mandó a la mierda todo eso, por no estar dispuesto a encarnar ninguna ideología que no fuera su música y su poesía. Su único deber: ser para el mundo, atorrantemente, un artista de vanguardista.

Maradona, por su parte, además de haber sido para muchos el mejor futbolista de la historia, es de un carisma descaradamente auténtico. Al punto que no hay indiferencia posible: se le idolatra o se le detesta. Ahora que es entrenador de la selección argentina, las cámaras de televisión no dejan de enfocarlo durante los partidos de su equipo, y todas las preguntas a todos los entrevistados tienen que ver con él. Los rivales se achican y le quita presión a sus dirigidos. Conciente del impacto de su presencia, controla la situación, liderando con solvencia a un equipo ganador. Sabido es que no administra tan bien las derrotas, pero para cerrar esta entrada me quedo con el Maradona de ayer: el que es feliz siendo para el mundo, atorrantemente, un dios del fútbol.

Tomar nota.

Banda sonora: Imperdible performance. Newcastle, 1966.



Bizarro: Dylan cantando para el Papa. Boloña, 1997.

La del fan enamorado: Adorable Chan Marshall cantándole a Dylan. Provecho.


Bonus track: También imperdible, el golazo de Messi a los franceses (c'est le meilleur du monde !)

10.2.09