24.7.09

AM

La diversidad es un hecho unitario y multifacético, que requiere administración de las diferencias.

Trascender pues la vocación de drama y la pretensión de comedia, conocidas divagaciones de uno. Tal vez incomprendidas, a pesar de sus antiguas tradiciones, vistas las distancias del caso.

Luego, respiro profundo y puedo todavía sentir el perfume de mi mareo y el sonido de la lluvia. Y el gusto, extensivo a la piel, que también puede ver.

El calor es ahora menor y la calma mayor. Vuelven los momentos de placer y de encuentro. Se aprecian sus imperfecciones con otros sentidos, se disipa el sueño y se dejan de lado las maldiciones.

El misterio y la ambigüedad se subliman en el recuerdo y la promesa de repetición. La riqueza de las circunstancias, entonces y ahora, permanece en la frescura del cielo de una primera madrugada.

Se siente bien este amanecer, aunque solo fuere eso.

23.7.09

PM

Venía controlando la situación. Pero hoy al despertar – varias veces, durante la noche y la madrugada – la cosa ha estado clara. Como pocas veces quise estar acá y ahora; y simplemente no me hallé, pues no me hallaba.

Eso entonces y esto ahora. He pasado el día sintiendo el vacío y empiezo a comprender que sí, o que no; que vivir en el limbo es la nada; que nadie lo merece, y que en el fondo lo sé.

La naturaleza es sabia y uno es un necio. El deber, limitado por el poder o su ausencia, y por el beber, vuelve en formas de castigo y de culpa.

Medio despierto o medio dormido (espero no haber hablado en esos estados) pude oir una risa de otro tiempo, burlona a través de la ventana que – no hay casualidades – sigue entreabierta a pesar de la lluvia.

Todas esas cosas que no pasan cuando la felicidad es plena. Mejor decir: todas estas cosas que pasan cuando se pierde la confianza.

Maldita sea.

13.7.09

Decires, suposiciones y esperanzas, un proyecto de historia

Digamos que morí un jueves. Viernes y sábado me velaron y domingo me enterraron. Igual que a la mayoría de los que íbamos en ese avión. Ataudes vacíos: jamás encontraron nuestros cuerpos, sólo nuestros nombres en una lista sin verificar.

Digamos luego que yo quería a M. O que estaba dispuesto a casarme con ella. Una disposición que crecía en proporciones inversas a la sensación de considerarla eso que llaman el amor de una vida. Era buena para mí, llevábamos una vida tranquila y eso parecía ya bastante.

Digamos también que A era mi amigo. Mi mejor amigo. No en vano hemos compartido una juventud estupenda. Nos conocíamos tan bien que en el fondo no me sorprendió lo que pasó luego. Cuántas veces nos regocijamos de nuestra capacidad para la traición.

Supongo que los hechos se precipitaron en forma previsible y comprensible. Me tocó ser testigo, a mí que pretendo no creer en casualidades. Primero pude ver en sus rostros el vacío y la urgencia común, la necesidad de escurrir una pena. Luego supe que venían de mi entierro e intuí que no por primera vez.

Supongo que fue para mí normal no encararlos y seguir bebiendo. Hundido en un cuarto de hotel, me enteré del accidente por la televisión. En el periódico del lunes vi mi obituario y empecé a comprender una historia increible. La historia que me permitió borrarme del mapa.

Supongo que hay justicia en esta vida. Que el castigo llega. Hoy siento pena por las dos o tres personas que me pueden estar llorando. Tal vez me estoy volviendo loco. Pero sobre todo siento que soy libre: de mis culpas, mis deudas, mis compromisos y mi identidad; muerto, es oficial.

Espero no volver a encontrar al demonio al que debo todo esto. Sin ella no hubiera desaparecido estos días y hoy estaría en paz, muerto de verdad en ese avión. No sabría qué decirle, no siento gratitud pero es seguro que el deseo me perdería otra vez, y quién sabe acaso ya para siempre.

Espero que finalmente se me olvide. Que M y A no se sientan culpables y, quién sabe, que puedan ser felices juntos. Siempre pensé que podrían ser una estupenda pareja. Espero que no sea tan duro para ellos continuar ni para mí empezar de nuevo.

Espero tal vez algún día encontrar a alguien que comprenda esta historia. Y poder aprovechar esta nueva oportunidad, acá donde nadie me conoce y nadie pregunta por el pasado. Que pueda ser alguien mejor. Mirarme al espejo y decirme que estoy vivo. Y sentirlo: que estoy vivo.

4.7.09

Otro post

Escribir. Algo que sea importante ahora. Al menos divertido. Que valga la pena ser leido, vamos.

Estoy pensando por qué diablos estoy despierto tan tarde, con estas ganas necias de escribir algo sin mayor idea en la cabeza.

¿Será que finalmente me estoy volviendo adicto al puto blog?

Contaré mi día, querido diario: Calor, día de mierda en la oficina. No almorcé por volver a casa temprano. Felizmente el horario de verano, pero igual tardé en salir.

Qué calor del carajo. Llegué y volví a salir, corriendo (bueno, caminando), a la tienda a por cervezas.

Ni pensar en salir con este calor. Abrir las ventanas nomás, y tal vez ver a los niños jugar en el patio. Igual la bulla que hacían dificultaba la siesta.

Luego llamé a J para que venga a ver el tenis. Le íbamos a Murray y perdió. El domingo le iremos a Federer.

Comimos pollo con arroz, habas y ajíes. Y helados de mango y limón. Bebimos cervezas (voy a por otra ahora).

Recibí un texto de la pequeña B: mañana nos vemos. El otro día me dijo que las relaciones son como los libros: van y vienen, buenos o malos, siempre te dejan algo. Ella es buenísima y está dejando cada vez más.

Se fue J, a los niños los guardaron y el calor finalmente empezó a bajar.

Se me ocurrió titular este post “Insomnio de una noche de verano”. Qué atorrante.

Se me ocurrió que francamente este post no merece ser publicado. Luego me dio igual.