13.2.09

El Che, Dylan y Maradona: enormísimos atorrantes

Estos días vi el estupendo documental No direction home de Scorsese sobre Bob Dylan, la correcta primera parte de la película de Soderbergh sobre el Che, y partes del buen partido de fútbol que ayer Argentina, dirigida por Maradona, le ganó a Francia por dos goles a cero.

Y hoy con un amigo comentábamos en el almuerzo los alcances políticos de la película sobre el Che, producida en Estados Unidos para presentar con relativa fidelidad la imagen del revolucionario. Coincidimos luego en nuestra admiración por el trabajo de Benicio del Toro, aunque no necesariamente en esta película se pueda apreciar su gran versatilidad. De hecho a mí me resultó estereotipado su papel del Che, pero pienso que eso se debe a una limitación del papel y no del actor. Y creo que es un mérito de Soderbergh y de del Toro haber sabido distinguir esa limitación: a del Toro efectivamente le tocó recrear lo que para el propio Ernesto Guevara habría sido un personaje, ni más ni menos.

La película muestra al Che, auténtico revolucionario confeso, evidentemente conciente del rol de su imagen pública. Un detalle muy sugestivo en ese sentido es presentado en una escena en la que está esperando ser entrevistado en un estudio de televisión en Nueva York y le ofrecen maquillarlo. Su primera reacción fue negarse, luego lo pensó mejor y aceptó. ¿Qué pensó el Che entonces? Quizás alguien lo sepa a ciencia cierta, yo solo especulo a partir del crédito que le doy a la película. No habría sido vanidad. Esta estaba en su primera respuesta, en el hecho de ser un guerrillero, una suerte de especie superior que precisamente rechaza ese tipo de vanidades. Pero conciente de la importancia de su imagen para la propaganda revolucionaria, su deber era sacrificar su individualidad en aras del absoluto: ser para el mundo, atorrantemente, un auténtico revolucionario.

Frente a una posición de popularidad comparable, el documental de Scorsese muetra cómo Bob Dylan ‘traicionó’ sus inicios como referente de la música folk de protesta. Su evolución artística lo llevó a explorar nuevas formas y contenidos para su música, obteniendo el rechazo de parte importante de su público. Y renunció también a ser cabeza visible de la izquierda estadounidense, en plena reivindicación de derechos civiles y oposición a la guerra de Vietnam. Simplemente mandó a la mierda todo eso, por no estar dispuesto a encarnar ninguna ideología que no fuera su música y su poesía. Su único deber: ser para el mundo, atorrantemente, un artista de vanguardista.

Maradona, por su parte, además de haber sido para muchos el mejor futbolista de la historia, es de un carisma descaradamente auténtico. Al punto que no hay indiferencia posible: se le idolatra o se le detesta. Ahora que es entrenador de la selección argentina, las cámaras de televisión no dejan de enfocarlo durante los partidos de su equipo, y todas las preguntas a todos los entrevistados tienen que ver con él. Los rivales se achican y le quita presión a sus dirigidos. Conciente del impacto de su presencia, controla la situación, liderando con solvencia a un equipo ganador. Sabido es que no administra tan bien las derrotas, pero para cerrar esta entrada me quedo con el Maradona de ayer: el que es feliz siendo para el mundo, atorrantemente, un dios del fútbol.

Tomar nota.

Banda sonora: Imperdible performance. Newcastle, 1966.



Bizarro: Dylan cantando para el Papa. Boloña, 1997.

La del fan enamorado: Adorable Chan Marshall cantándole a Dylan. Provecho.


Bonus track: También imperdible, el golazo de Messi a los franceses (c'est le meilleur du monde !)