26.1.10

Sobrevuelo

Disfruto el cerrar los ojos cuando despega el avión. Me concentro en sentirlo como una extensión de mi cuerpo. Con suerte me quedo dormido con esa sensación. Es una variante de mi sueño favorito, en el que sin necesidad del avión me elevo y planeo.
De vez en cuando tengo ese sueño. De alguna manera que los expertos podrán explicar, en ciertos estados de somnolencia, semiconciente, me he observado induciéndolo. A veces resulta, a veces no. A veces mi vuelo no se sostiene. Pero siempre es estimulante, elevarse siquiera unos metros y sentir que es posible.
En el sueño, la capacidad de volar se me hace lo más natural del mundo. Como si de pronto recuperara un misterio que en la vigilia se mantiene desconocido por alguna razón olvidada que no volverá a existir jamás. Un misterio que no tiene que ver con ningún artificio: sucede simplemente que la realidad del vuelo se impone por un acto de conciencia.
Incluso estando despierto, a veces me imagino despegando, digamos para cruzar una pista cuando no cambia la luz del semáforo, o para tener una mejor perspectiva sobre la superficie por la que me desplazo. Pienso que por las puras ganas de disfrutar la levedad.